Existen tantas formas de escribir como escritores, pero en este último año he leído varios libros que tienen un estructura con bastante semejanzas. En vez de un narrador omnisciente o varios personajes con su punto de vista particular, la información nos viene de forma fragmentada, a través de cartas, informes, correos electrónicos, grabaciones…
No es que esté volviendo la escritura epistolar propiamente dicha, si no que estamos viendo como se utiliza este recurso para mostrar solo las partes de la historia que el autor cree convenientes, dejando al lector y a su imaginación rellenar los huecos sobre los que no se ha puesto foco.
Aquí os traigo una lista con tres muy recientes y otros que lo son menos.
El atlas de las nubes de David Mitchell
Indudablemente la obra más famosa del autor inglés tiene una estructura digna de estudio en sí misma. Pero en esta ocasión me refiero a las dos partes dedicadas a Robert Frobisher con sus cartas desde Zedelghem. Escribir cartas es un ejercicio de descubrimiento de la propia personalidad, ya que reflejamos nuestro ser en cada párrafo. Las partes en las que hace hincapié Frobisher quizá no fueran las mismas que nos interesarían a nosotros, pero por la forma de narrar la historia nos vemos constreñidos a una visión muy parcial. También entra en juego que el propio Frobisher sea amanuense de un compositor, añadiendo otra capa de complejidad a la interpretación de la lectura.
“¿Te gusta lo que ves?” de Ted Chiang
Dentro de esta absoluta maravilla que es La historia de tu vida de Ted Chiang, nos encontramos con “¿Te gusta lo que ves?”, narrado como si fuera un documental. El trasfondo de la historia es la decisión sobre la caliagnosia: mediante un tratamiento se puede conseguir dejar de apreciar la belleza del rostro de la gente. Como si de un auténtico documental se tratase, se muestran opiniones diversas, tanto a favor como en contra del tratamiento. También se complementa con anuncios o partes de informativos que aportan nuevos datos. Esta forma de mostrar la historia se adapta perfectamente al estilo narrativo un tanto frío de Chiang capaz de hablar sobre temas muy controvertidos desde una distancia admirable.
Con estos dos ejemplos el nivel estaba muy alto. Las obras siguientes son más recientes y comparten esta estructura especial.
Snakewood de Adrian Selby
Este novela de debut de Adrian Selby es muy ambiciosa en su planteamiento. Cada capítulo es una carta, un fragmento de un diario, una transcripción de una entrevista… El autor dispensa la información con cuentagotas, para conseguir mantener el misterio durante el máximo tiempo posible. Está bastante conseguida la forma de expresarse con cada personaje (faltas de ortografía incorporadas) pero pienso que la estructura juega en su contra debido a la longitud del libro. Este obstáculo lo soslayan los siguientes ejemplos por su brevedad.
Sleeping Giants de Sylvain Neuvel
Aunque se puede enmarcar dentro de la ciencia ficción (¡robots gigantes! ¡alienígenas!) el armazón de Sleeping Giants es inherentemente de thriller. Como tal, el desarrollo de la historia está supeditado a la acción y la compilación de grabaciones con entrevistas de un misterioso coordinador a las personas relacionadas con la investigación aporta un ritmo vertiginoso. En consecuencia, el grueso del libro son diálogos y nosotros como lectores seremos testigos de una experiencia muy cinematográfica.
El imperio Yegorov de Manuel Moyano
La aportación española a esta publicación corre de la cuenta de Manuel Moyano. En este apasionante viaje, asistimos al desarrollo de una historia prolongada en el tiempo pero de una extensión en páginas muy limitada. Aprovechando al máximo las virtudes de un formato cuasiperiodístico y con unas elipsis brutales, exprimiendo tanto interrogatorios policiales como los mismos agradecimientos, El imperio Yegorov se convierte en una lectura adictiva.
Valorar este estilo es muy difícil, porque lo considero más una herramienta, un medio que un fin en sí mismo. Las cinco historias que he escogido son muy diferentes entre sí, aunque compartan este rasgo estructural, por lo que sirven para ilustrar el abanico de posibilidades que se despliega antes el escritor. Es posible utilizarlo casi en cualquier género, así que el único límite es la imaginación.
¿Qué otras novelas conocéis con una estructura similar a las anteriores? ¿Os gusta el formato u os llega a cansar?
El atlas de las nubes <3 La complejidad que existe en cada historia y capa de lectura es increíble, tengo ganas de releerlo ya por quinta vez, me encanta. Ayer mismo termine Los gigantes dormidos, peculiar la estructura pero gran parte de su encanto, con ese entrevistador tan misterioso. A mi me gusta el formato cuando te atrapa, cuando se hace bien, cuando hace brillar la historia, si no se me hace totalmente repelente. Tengo ganas de leer Guerra mundial Z por ello 🙂
El atlas de las nubes ya sabía que te gustaba. ¿Qué te ha parecido el ritmo de Los gigantes dormidos?
Justo he sacado hoy la reseña, pero vamos, un ritmo increíble, como articula toda la trama a través de los informes y solo con hechos clave, es genial 🙂
¡A leerla voy!
La literatura epistolar fue muy popular entre los escritores románticos. Drácula es un buen ejemplo de ello.
Ahora mismo acabo de terminar Tainaron de Leena Krohn un curioso libro de 1985 compuesto por cartas enviadas desde un mundo de insectos a alguien que nunca le contesta (espero reseñarlo en breve en Universo de pocos).
Otro autor que como a David Mitchell le gusta escribir sus novelas a través de diferentes relatos es Andrew Crumey; por ejemplo el señor Mee o El principio D’Alembert están escritos a la manera de un tríptico.
Pórtico de Frederik Pohl, si no recuerdo mal, se vale de las grabaciones de las sesiones que mantiene su protagonista con su psiquiatra para contar la historia.