Django Wexler continúa su estupenda serie Burningblade y Silvereye, con un volumen que si bien adolece del síndrome del segundo libro, consigue mantener el interés en la historia de estos dos hermanos separados y enfrentados por el devenir de la vida, con una serie de añadidos que amplían el mundo que ya conocíamos y dejan el camino expedito para nuevas entregas.
La trama continúa exactamente donde se quedó en Ashes of the Sun, pero Django se toma la molestia de hacernos un resumen del volumen anterior, cosa que yo le agradezco profundamente porque ya no tengo la capacidad de retención que tuve en tiempos pasados y no recuerdo todos los detalles de los libros anteriores.
Por un lado tenemos a Maya que tiene que cumplir una serie de misiones con Beq y Varo que parecen un poco inconexas entre sí pero que conforme van avanzando las páginas vemos que son las baldosas con que el autor va creando el camino que le llevará a un nuevo encuentro con su hermano. La parte de Gyre es más interesante al principio, sobre todo por la parte de la relación con los ghouls y cómo va recuperando sus aliados anteriores, aunque luego se embarca en un viaje bastante anodino hasta llegar al punto álgido de la historia.
Me gustaría resaltar el humor con el que el autor se burla de la desorganización de la resistencia, incapaces de ponerse de acuerdo ni siquiera bajo qué bandera luchar. Son muchas facciones con intereses encontrados que desesperarán a Gyre pero que harán reír al lector en más de una ocasión. Y qué decir de los hilarantes diálogos de Kit, un personaje que ha tenido que cambiar mucho por el final del primer libro pero que aún sigue afrontando su existencia como una aventura constante. Ese toque sirve como contrapunto al giro más hacia la oscuridad y al terror con la aparición de nuevas versiones de los seres de la plaga y sobre todo con un nuevo personaje que no es lo que parece.
Se trata de un libro de transición, sin duda alguna, pero tiene ciertos detalles que hacen que merezca la pena leerlo.