Había mucha expectación con la publicación de La república pneumática. Tanta, que decidimos hacer unas reseñas coordinadas entre varios blogs. Aquí tenéis los enlaces: Más ficción que ciencia, Voracilector y Biblioteca de Ilium.
¿Una realidad alternativa en la que los romanos utilizaban masivamente la máquina de vapor? Parece el escenario ideal para una ucronía. Y, en cierto modo, lo es.
Pero antes de adentrarnos en la lectura de esta obra, un aviso. El tono es marcadamente juvenil. Este hecho en sí no es malo, pero creo que hay que ponerlo de manifiesto para que la lectura quede dentro de contexto.
La historia de Marcus Novus, el joven protagonista de la narración, sigue el modelo del monomito campbelliano. Su viaje iniciático le lleva de Caesar Augusta a Barcino Magna geográficamente, pero es mucho más importante su viaje interior hacia la madurez, que va alcanzado gracias a decepciones y duros golpes.
El libro tiene muchos, muchísimos paralelismos que cualquier lector con cierto bagaje podrá identificar fácilmente. Desde las historias de pillos dickensianos hasta un trasunto del malvado Robotnik, pero la que no podemos dejar pasar por alto es la similitud con Karate Kid. Y es que en ocasiones el protagonista podría cambiar su nombre por Aikido Kid y le vendría como anillo al dedo.
En este sentido, la trama no es excesivamente original pero está resuelta con soltura y se lee de forma agradable. Según lo entiendo yo, el punto más flojo del libro son los diálogos, que no acaban de cuadrar ni con los personajes ni con la idea del mundo antiguo, aunque sea un mundo antiguo distinto al que conocemos.
Me hubiera encantado tener un mapa de la ciudad de Barcino Magna y recrearme en sus vicinae. Creo que la propia ciudad está tan presente en la historia que casi podría ser uno de los personajes más cuidados por el autor. Es indudable que su formación arquitectónica aflora en cada edificación, en cada descripción de las callejuelas o de la ordenación urbanística de la ciudad. Es por esto que me parece una lectura que podrán disfrutar especialmente los conocedores de Barcelona, algo que Miquel Codony nos podrá confirmar.
También me parece destacable la crítica social que aparece en la novela. Desde las desigualdades sociales patentes en una sociedad de esclavos, a las luchas encarnizadas por el poder, pasando por el desprecio a lo extranjero, a lo extraño. Leyéndolo desde este prisma, parece que estamos condenados a repetir nuestros errores como sociedad sin solución de continuidad, los mismos problemas que afloran en tiempos de crisis existían hace siglos. Algo que me gusta es que esto se expone de forma no excesivamente paternalista, si no como algo que simplemente ocurre y que es injusto.
En resumen, una curiosa propuesta situada en un mundo apasionante del que me gustaría saber más. La trama flojea un poco pero esperamos que la siguiente entrega dé un paso hacia la madurez.
Muchas gracias por la reseña. Tendré en cuenta tus comentarios para la segunda parte.
En la que espero que ya estés trabajando intensamente.
Of course! Y hasta tengo ya título 🙂
La idea de los “romanos a vapor” no es nueva, ya el abuelo Golding la utilizó en EL ENVIADO ESPECIAL, aunque en esa ocasión el artefacto no terminaba de funcionar al gusto del inventor. Pero ya se sabe que con los prototipos…
¡Es tan difícil dar con ideas nuevas! Gracias por el apunte, no conocía esa historia.
Yo tampoco conocía la historia de Golding, la busco inmediatamente. En todo caso, no se trata de una idea nueva, sino de un hecho histórico: Herón de Alejandría descubrió y aplicó realmente la máquina de vapor en el s. I a varios dispositivos. Mi novela parte de qué habría pasado si ese uso se hubiera generalizado en lugar de quedar como mero entretenimiento.
Por cierto, para los “lectores con un cierto bagaje” que quieran ir más allá de la anécdota de Karate Kid, las referencias correctas son los “Mondo” o cuentos moralistas zen (de donde se han sacado las cuatro anécdotas de esa película) y las lecturas sobre taoísmo, especialmente del Dao de Jing de Lao Zi, pero tambien los filósofos posteriores como Lie Zi, Zhuang Zi y Wen Zi (de ahí las “10 Estrategias Turbias” que me sorprende que nadie haya comentado). Para comprender el paso del taoísmo al chan (que saltó a Japón como zen) es especialmente recomedable “El zen y la cultura japonesa” de Suzuki (1951). Y para comprender la estética china, recomiendo “Vacío y plenitud” de François Cheng, un libro de los años 80.
A mí las formas de lucha me recuerdan poderosamente al aikido. ¿Estoy en lo cierto?
Pues no. Yo he practicado taichi durante años y he hecho una interpretación libre de las formas de taichi de combate, lo que aquí se llama erróneamente kung fu (que en chino sólo quiere decir “buena forma”). En todo caso, el aikido, bebe de las mismas fuentes del taoísmo (vaciedad, uso de la fuerza del adversario…) que, como digo, evolucionó al chan tras su contacto con el budismo y pasó a Japón como zen, donde se convirtió en una especie de filosofía oficial tras la reunificación del s. XVII, ligada a la administración de los samurai
Gracias por tu respuesta. Aunque he practicado algo de aikido, disto mucho de conocer este arte marcial.