Me gusta la idea de Tor de publicar novellas. Con esta vida tan ajetreada que llevamos, resulta muy difícil encontrar el tiempo y la energía que requieren la lectura de algunas novelas mastodónticas (lo cual no quiere decir que no las disfrutemos).
El experimento tiene resultados desiguales. Pero claro, si a la ecuación añadimos un escritor tan fascinante como es KJ Parker, casi se puede decir que es una apuesta segura.
Nos encontramos antes lo que se podría denominar la quintaesencia del narrador no confiable. Un recurso estilístico muy difícil pero a la vez muy atractivo. El protagonista de la historia es capaz de entrar en la mente de los demás y tomar determinados recuerdos, convirtiéndolos en propios. Gracias a esta capacidad y vendiéndose al mejor postor, puede amasar fortunas, pero siempre acaba perdiendo sus bienes en las mesas de juego.
La magia de la historia es que una vez establecida la capacidad de juguetear con los recuerdos, ¿dónde estaría el límite? Se puede quitar el doloroso recuerdo de una pérdida, pero también se puede borrar el conocimiento del emplazamiento de un tesoro o simplemente, lo que se debe pagar en un bar. El límite lo pone el propio protagonista, que puede llegar a endiosarse debido a su extraordinario poder.
Otras autoras como Yoon Ha Lee y Benjanun Sriduangkaew han ahondado en estos dilemas, pero me gusta y mucho la aproximación de Parker, no exenta de crueldad y amargo realismo.
Tampoco es nada desdeñable la capacidad de mostrarnos una trama desordenada pero en la que todo va cobrando sentido para desembocar en un espectacular final.
Por ponerle algún defecto, el eje sobre el que gira la historia es algo que entra en contradicción con las “leyes” que conocimos en Academic Exercises, pero realmente nunca se afirma cómo se pueden transmitir las capacidades, de ser esto posible.
El autor consigue jugárnosla con una baraja marcada, pero hemos disfrutado tanto por el camino que solo esperamos volver a caer en su trampa. ¿A cuánto subimos la próxima apuesta?