Morgan Abutti se dispone a revelar los sorprendentes resultados de su investigación astronómica. La humanidad no apareció de repente en el planeta en el que habita de la mano de los dioses (Increates) como todas las pruebas paleontológicas y arqueológicas demuestran. Esto hará temblar los cimientos de la civilización, basada en el precario equilibrio de fuerzas entre la Iglesia y la Talasocracia, que se encuentra en un punto de inflexión por la llegada de la electricidad y de nuevos avances científicos.
Sin embargo, Morgan no llega a avanzar mucho en su discurso, ya que es echado de malos modos de la Sociedad Planetaria y llevado ante la justicia por sus ideas, para acabar embarcado en una carrera que cambiará el mundo.
Este es el punto de partida de The stars do not lie, nominado a los premios Hugo en la categoría novella. La prosa es muy atractiva y me gusta la idea en la que se basa, pero me encuentro con el problema de los referentes de los que bebe el autor que no son nada velados.
Para empezar, esa imagen de un científico exponiendo sus teorías ante una audiencia que se las toma a chifla ha sido utilizada hasta la saciedad. El último ejemplo que se me ocurre es El mapa del cielo de Félix J. Palma, pero hay más. La idea de una Iglesia que retiene el avance científico por su propio interés es el centro sobre el que gira toda la novela Pavana, aunque he de decir que Lake lo hace mucho más entretenido que Roberts. La astronomía como clave para el descubrimiento de verdades ocultas también fue utilizada por Neal Stephenson en su interesantísima Anatema… Incluso diría que me recuerda a Gene Wolfe en su Libro del Sol Nuevo.
Con esto no quiero decir que The stars do not lie no sea entretenida, que lo es, ni que esté mal escrita, nada más lejos de mi intención. Se disfruta de la historia, los personajes son creíbles y la idea de una talasocracia como sistema político sí que es original. Es solo que me parece que es una historia que ya se ha contado en otras ocasiones, a veces mejor y a veces peor.