Este año ha vuelto a salir nominado al premio John W. Campbell (recordemos que no es un Hugo) Max Gladstone, a quien tuvimos el privilegio de entrevistar. Estoy muy contenta con esta nominación, de hecho quizá el premio del que tengo más interés por ver el desenlace es éste (aunque Max tiene una competencia muy dura con Naam y Samatar). Aproveché esta circunstancia para leer “Two serpents rise”, la segunda entrega de la Craft Sequence.
Gladstone se libra de un plumazo de todos los problemas típicos de una segunda novela, ya que ni los personajes ni la localización son los mismos. El mundo en el que se sitúa la acción sí que lo es, por lo que los que hemos leído “Three parts dead” estamos familiarizados con el trasfondo (la magia a través de contratos, la guerra que destruyó a los dioses, el uso de partes de alma como moneda de cambio…) pero el desarrollo es muy diferente.
De una forma similar a los reinos de taifas, cada ciudad del mundo funciona de una manera distinta e independiente. Los dioses que antes protegían cada enclave exigían un pago diverso. En Dresediel Lex, la desértica ciudad donde se desarrolla la novela, los dioses cobraban este tributo mediante sacrificios humanos de un modo similar al de las deidades precolombinas.
Aquí me encuentro con el primer problema de “Two serpents rise”, aunque éste es algo personal. No puedo evitar comparar esta descripción de sacrificios humanos y mitos con la serie Obsidian and blood, de Aliette de Bodard y el libro de Gladstone no tiene el mismo rigor documental, las fuentes de las que beben son similares pero el resultado es muy desigual.
Salvando este escollo, que como digo es muy personal, la historia de Caleb también es bastante típica. Es el hijo de uno de los últimos defensores del antiguo orden pero trabaja en la empresa del destructor de dioses de su ciudad. Su vida transcurres entre juegos de azar y control de riesgos, su trabajo. Cuando está investigando un ataque a las fuentes de agua de Dresediel Lex (su recurso más valioso) conoce a Mal, una cliff runner que enseguida le fascina.
Uno de los puntos fuertes de Max es la descripción de las escenas de acción, algo en lo que quizá el ayuda su práctica de la esgrima. Hay diversos enfrentamientos que se explican de una forma muy plástica que no resulta confusa, lo cual es de agradecer. Gladstone también utiliza la afición de Mal para mostrar el tejido de magia que cubre la ciudad.
Por desgracia, la trama es bastante previsible, no como en “Three parts dead” y aunque las escenas estén bien narradas y los momentos de acción estén dosificados para que no se pierda el interés en la historia, el final se ve venir desde lejos. Y es una pena, ya que las ideas básicas (la ciudad que necesita agua para vivir que antes la obtenía de los dioses y ahora la saca de otras fuentes, la lucha de los antiguos creyentes por volver a instaurar las tradiciones…) son buenas y el libro está bien escrito, pero peca de falta de originalidad.
Sin embargo, hay una esperanza con la parte final de “Two serpents rise” y es que deja el terreno preparado para que ciertos personajes vuelvan a aparecer en otra entrega que promete ser más interesante, con una misión muy clara en mente, finalizar lo que quedó inconcluso.