No he terminado con la saga de Malaz, pero lo que llevo leído hace que admire la preparación y el worldbuilding de Steven Erikson, capaz de crear cultura, mitologías, razas… sobre las que apoyar su narrativa. La imagen mental del autor que yo me he creado con la lectura de sus novelas era la de una persona seria, reposada, incluso diría que con un toque sobrio, parco en florituras.
Nada más lejos de la realidad.
Erikson, fan declarado de Star Trek, ha decidido cambiar su estilo en este Willful Child, situando la acción en una space opera descerebrada que utiliza todos los clichés habidos y por haber sobre naves, batallas espaciales y primeros contactos.
AIs con problemas de personalidad, una alianza de razas alienígenas llamada “The Affiliation”, unos alienígenas belicosos de desagradable aspecto… Indudablemente, la “inspiración” del escritor ha sido la serie de Rodenberry. Especialmente flagrante la presencia del protagonista de la historia, el capitán Hadrian, que es un Kirk elevado a la enésima potencia. Y es que todas las facetas más desagradables del mujeriego capitán son explotadas hasta la saciedad.
Este libro es un despliegue pirotécnico de situaciones absurdas, que harán sin duda las delicias de los trekies. Sin embargo, para quien no lo sea, como es mi caso, no deja de ser un compendio de episodios chocantes más o menos hilvanados en una narración de viajes. Y aunque a veces he sonreído con alguna escena en concreto (ese homenaje a “desde el corazón del abismo, ¡yo te apuñalo!”) en general el libro no me ha gustado. Junto con Redshirts, ya son dos libros inspirados en Star Trek que he leído de más.
La línea que separa una parodia divertida de la farsa más grotesca es muy fina. Por desgracia, Erikson no solo la cruza si no que la deja tan atrás que se convierte en un recuerdo lejano en el horizonte. No puedo recomendar su lectura salvo para quien lleve la Enterprise tatuada en algún lugar de su cuerpo.