Tenía curiosidad por volver a leer algo más de Alexandra Rowland, una autora que me convenció con el poco conocido A Conspiracy of Truths, del que aún tengo pendiente la continuación. Pero, por desgracia, A Taste of Gold and Iron no ha cubierto mis expectativas.
La fantasía del libro es prácticamente un apéndice vestigial, que no tiene apenas importancia en la narración. Hay personas con capacidad de distinguir al tacto si las monedas son auténticas o falsas u obtener más información sobre los metales. También hay otras personas que son capaces de saber si alguien está diciendo la verdad. Y ahí se queda la cosa, no hay más magia ni explicación. Es un poco deus ex machina que le hace falta a la autora para justificar algunos giros de guion y punto.
Tampoco me preocuparía tanto ese aspecto si el resto del libro fuera interesante, pero está todo tan basado en la “imprevisible” historia de amor entre los dos protagonistas que las conspiraciones de fondo o el mundo en que se desarrollan la historia pasan a un plano alejadísimo. Además, hasta muy avanzado el libro, es difícil sentir empatía por los protagonistas, ya que uno es (o aparenta ser) tremendamente pusilánime y el otro es un obseso del orden, cuya vida giraba en torno al cumplimiento del deber. Que luego cambian, pero la verdad es que al principio dan ganas de estrellarlos contra una pared.
Y no es que le haga ascos a una historia de amor, pero la autora recurre a los tópicos más manidos que os podáis imaginar, el beso para ocultarse de los enemigos que resulta llevar más carga de la esperada, los remordimientos por pensar que has obligado a la otra persona a hacer algo que no quería cuando lo estaba deseando, la abstinencia forzada por las circunstancias, el antiguo amante que deviene en colaborador… vamos, es que no falta ningún topicazo.
A Taste of Gold and Iron ha resultado ser una novela perfectamente prescindible.
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