Hay algo que no se le puede negar a la serie de libros Alcatraz: son altamente adictivos. En esta tercera entrega, ya se le empiezan a ver las costuras a la trama y ciertas limitaciones a la hora de desarrollar la historia, pero aún así sigues leyendo porque estás muy entretenida.
Seguimos acompañando a Alcatraz Smedry tras los sucesos acaecidos en Alcatraz versus the Scrivener’s Bones. Por fin conoceremos el reino de Nalhalla, tierra natal de los Smedry, con su curiosa mezcla de castillos y magia. El joven oculator se verá envuelto en una compleja intriga política, ya que los malvados librarians están a punto de firmar un tratado de paz que sería muy ventajoso para ellos y no tanto para los habitantes de los Free Kingdoms.
Este libro tiene varios problemas. La voz escogida por Sanderson para narrar las aventuras de Alcatraz empieza a resultar cansina, ya que siempre utiliza los mismos recursos (romper la cuarta pared, burlarse de la fantasía, romper la tensión dramática cuando se le antoja…) y quizá se agradecería un cambio. Del mismo modo, se empieza a notar una tendencia que hace el desarrollo bastante previsible: le explican a Alcatraz cómo funciona un tipo determinado de cristal y ese cristal acabará siendo importante en el desarrollo de la trama, le explican cómo funciona alguna cualidad Smedry y terminará utilizándola… Esto hace que los giros en la trama se vean venir desde lejos y se pierda la frescura de las primeras entregas de la saga.
Parece lógico suponer que un tercer libro de una saga que tiene previstas cinco entregas sea de transición y creo que que éste es el caso de Alcatraz versus the Knights of Crystallia. Deja preparado el camino para el final de la historia y siembra el camino de pistas. Seguiré con los siguientes libros porque se leen (oyen en este caso) en un suspiro, pero espero una mejora sustancial.