Que lo poco gusta y lo mucho cansa es una verdad universal como la ley de Sturgeon o las leyes de Clarke. Por desgracia, esta cuarta entrega de la serie de Alcatraz es un claro ejemplo del desgaste por exceso de uso de un recurso.
Y es que en Alcatraz versus the Shattered Lens Brandon Sanderson abusa tanto de la gracieta insulsa del narrador que rompe constantemente el ritmo de la lectura. Se inmiscuye en cada párrafo, ya sea diálogo, descripción, escena de acción… llegando a resultar cargante o, algo mucho peor, aburrido.
Y los hechos interesantes están ahí. El personaje de Alcatraz comienza a mostrar signos de una madurez impropia de un chaval de trece años, sin duda forzada por las penalidades que tiene que afrontar. A lo largo del libro hay ciertas revelaciones que dejan el terreno preparado para un quinto volumen que pueda ser definitivo. Cada vez descubrimos más cosas sobre los verdaderos planes de los padres de Alcatraz, el poder de las lentes y su relación con el mundo.
Todos estos interesantes datos quedan en nada, porque el simple hecho de seguir leyendo requiere un esfuerzo de voluntad y un acto de fe en el autor. Me gustaría pensar que las razones eran otras, pero sinceramente lo que parece es Brandon se ha cansado del personaje y solo busca finalizar cuanto antes la historia.
Muy de acuerdo con el veredicto y la argumentación.
Great minds y tal y tal…