Ésta es la traducción del post SFF in Conversation: Aliette de Bodard on Vanished Women: In the Wake of This Year’s Nebula Awards, aparecido hace unos días en la web The Book Smugglers. Queremos agradecer a Aliette su amabilidad a la hora de autorizarnos a reproducirlo en español en nuestro blog.
Como parte de nuestras veladas nocturnas de visionado de series, mi marido y yo hemos descubierto Äkta människor (Real Humans), una producción sueca situada en un mundo donde los robots humanoides son comunes. Como parte de un conjunto de personajes muy atractivos, me llamó la atención la figura de la madre, Inger Engman, una abogada en una familia media sueca. No estaba muy segura de por qué me dejó una impresión tan fuerte, hasta que me di cuenta: no es accesoria. Tiene claramente su propio papel y preocupaciones.
Aquí tenemos una mujer que no es solamente ruido ambiental, ni un premio para el héroe, ni una madre o una novia muerta, ni la rebelde equivocada que necesita ser rescatada. No es un personaje al que se viole, se golpee, o se le den la variedad de destinos estereotipados femeninos presentes en las películas de Hollywood. Aquí tenemos una mujer que mantiene una relación sana (aunque a veces con problemas) con su marido y sus tres hijos, que se siente como creíble. Ella no necesita que la salven de nada o que maten por ella para motivar al héroe. Es buena en su trabajo, compasiva y fuerte. Y, sobre todo, nunca desaparece. Jamás se aparta mientras los hombres solucionan sus problemas por ella, nunca la secuestran, y jamás se convierte en el mero premio del héroe. Ella sigue siendo el núcleo moral de la historia, luchando por lo que tiene y por lo cree.
En la vida real, las mujeres demasiado a menudo desaparecemos. No todas podemos ser Inger Engman. Nos convertimos en madres y luchamos para compaginar la familia y la escritura; familias y carreras. Envejecemos o nos hacemos cargo de parientes enfermos; dificultades con los editores o ventas bajas. Incluso cuando nos publican, tenemos menos publicidad, menos reseñas, menos premios, menos ventas; y desde luego menos oportunidades de vender otro libro a un editor. Nos acosan en las convenciones; nos apartan del género por misoginia o por edad o por otras formas de discriminación; se ríen de nosotras por inexactitudes en la ciencia de nuestros libros (no importa que tengamos un Doctorado en Física o en Matemáticas).
Nuestras parejas nos impiden escribir, de forma más o menos amable, a veces lo prohíben de forma directa, otras veces simplemente porque priorizamos sus necesidades por encima de las nuestras, porque nos han enseñado a ser generosas y amables. Nos mordemos la lengua cuando nos insultan y desairan, porque nos han enseñado a ser educadas y a no causar dificultades. No presionamos para conseguir más reconocimiento, porque nos han enseñado que sería demasiado atrevido, poco femenino. Nuestros libros, como nosotras, desaparecen de la historia del género; nuestras innovaciones se ignoran o minimizan, o se atribuyen a escritores. Es difícil empatizar con nuestros personajes; nuestros protagonistas masculinos curiosamente afeminados; nuestras tramas imbuidas de un exceso de ñoñería y sensiblería.
Por supuesto me diréis que nada de esto es específico de las mujeres: los hombres también tienen hijos, también luchan para conciliar su vida privada con su vida profesional; luchan con las ventas bajas. Pero todas estas cosas les pasan mucho más a las mujeres. Poco a poco, pero de forma irrecuperable, nos hacemos invisibles. Algunas veces nos recuperamos, y somos lo suficientemente afortunadas como para que nos quede una carrera que reconstruir. A veces nos recuperamos y nos encontramos con que nuestros libros han sido marginados, con poca cobertura en prensa y menos reseñas. Algunas veces desaparecemos totalmente, y nos convertimos en nombres fantasmas en las estanterías y en las listas de premios; en una parte de la historia que pocas veces se invoca o se recuerda.
No todo es nefasto, claro. Las cosas han cambiado en la década pasada: han mejorado, y lo siguen haciendo. Como autora, madre reciente ( y mujer de ciencias) soy totalmente consciente de esto. He sido muy afortunada, y estoy agradecida a todo aquel que me ha apoyado. Es un honor ver mi ficción reconocida de tal forma; y ver la creciente diversidad en el género. Ojalá pudiese decir que hemos llegado; pero la verdad es que todavía nos queda mucho por andar.
Pero como prueba de esto, aquí está una lista de mujeres que se han difuminado hasta desaparecer del género, durante un tiempo largo o corto y por diversas razones; otras hay que no. Pero todas merecen atención. Busca sus obras; y habla bien de ellas: Gill Alderman. Gertrude Barrows Bennett. Joanne Bertin. Pat Cadigan. Sonia Dorman. Theresa Edgerton. Carol Emshwiller. Anne Gay. Patricia Geary. Mary Gentle. Sheila Gilluly. Leigh Kennedy. Jenny Jones. Katherine Kurtz. Karin Lowachee. Elizabeth Lynn. Laurie J Marks. Julian May. Judith Moffett. Pat Murphy. C. L. Moore. Marta Randall. Melanie Rawn. Mary Doria Russell. Justina Robson. Michaela Roessner. Josephine Saxton. Ekaterina Sedia. Alison Sinclair. Margaret St Clair. Tricia Sullivan. Paula Volsky. Elizabeth Wiley. Kate Wilhem. Helen Wright. Mickey Zucker Reichert.
[Aviso: No conozco todos los nombres de la lista, y podría estar equivocada sobre su desaparición o en algún nombre. Me encantaría que me corrigieseis; y que me hicieseis más sugerencias acerca de escritoras que han desparecido del mapa en cuanto a los fans ser refiere]
[Y muchas gracias a todos los que me ayudaron a organizar esta lista en twitter, así como a Kev McVeigh, Tade Thompson y N.E. White por leerlo con tan poco tiempo]
Me ha gustado, sin duda es una de las series que valen la pena, aunque al principio se me hizo muy rara la verdad es que poco a poco Akta Manniskor se convirtió en una de mis series favoritas. En lo personal creo que el guion es excelente ojalá en su segunda temporada logre ser igual de atractiva.