“Ancillary Justice” está en boca de todo el mundo en esta temporada alta de nominaciones a premios en la que nos encontramos. Aparece en la lista de lecturas recomendadas por Locus, está nominada a los premios Kitschies y se la menciona en muchos más sitios, por lo que decidí leerla para ver si cumplía las expectativas que se habían creado en los mentideros de la ciencia ficción.
En el univeso del libro las naves espaciales funcionan como algo a medio camino entre la mente colmena o colaborativa y la inteligencia distribuida, ya que la propia nave controla muchísimos cuerpos humanos que ejecutan labores propias de la tripulación. Estos cuerpos, los “ancillaries” son los vencidos en las guerras de conquista del imperio Radch.
Si os suena de algo este modelo de esclavitud futurista no es de extrañar, porque es uno de los muchos aspectos para los que la autora se ha basado en la estructura del imperio romano. La división de los ejercitos en centurias y decurias, por ejemplo, así como la necesidad de continuas guerras de anexión para obtener los recursos con vistas a mantener la calidad de vida de los ciudadanos del imperio. El propio concepto de ciudadanía sigue el ideal romano, así como la adoración a los dioses propios y la asimilación de los dioses extranjeros asemejándolos a los que ya existen en su panteón.
Todo esto no nos debe llevar a confusión. Es útil tomar como referencia a los romanos para sentar las bases del imperio, pero lo realmente interesante del libro es la idea de una nave de la que su tripulación es parte intrínseca y qué ocurre cuando se rompe está conexión, así como explorar las posibilidades que esta comunicación y esta ubicuidad da a las naves (y a otros personajes).
El tema principal del libro es, en palabras de Odo de Sense of Wonder, “La multiplicidad en la unidad y la unidad en la multiplicidad”. Con este mecanismo, la autora puede llevar esta novela y las siguientes a explorar temas muy profundos como lo que es “ser una persona” en contraposición a “formar parte de un colectivo”.
Un recurso estilístico que ha creado bastante polémica es el hecho de que siempre se utilice el pronombre femenino para referirse a cualquier persona, ya que en la cultura de origen de la protagonista no existe diferenciación entre sexos, pero fuera de ella le resulta difícil saber de qué forma dirigirse a un hombre o a una mujer, algo fundamental. Aunque otras personas lo consideran acertado para mí no pasa de simple anécdota.
Pensando sobre este tema recordé una reciente lectura, la antología “We see a different frontier” donde mediante una aproximación distinta se tratan temas similares, como la expansión anexionista de los imperios (cultural o material) y las grandes diferencias lingüísticas entre los conquistadores y los conquistados.
La novela no está exenta de fallos, aunque se disimulan si estás interesado en ver en qué acaba la historia, como ha sido mi caso. Hay muchas casualidades que hacen avanzar la trama. Un arma que resulta ser fundamental en la trama me recuerda poderosamente al libro “Jack Glass”. En ocasiones resulta confuso saber quién está hablando y con quién, aunque quizás esto sea un efecto buscado dada la multiplicidad de caracteres que se aúna en algunos personajes. La escala de tiempo es muy grande en ocasiones, las naves pueden vivir miles de años pero la finalización es un poco apresurada para dar pie a una continuación que quizá no hacía falta, pero que creo que la leeré para ver si Leckie ha pulido estos defectos en la que, no lo olvidemos, es su primera novela.
La verdad es que la lectura de Abcillary Justice (a punto de terminar) me lleva a destacar tres cosas.
Por un lado, el tema de la personalidad dentro de un ser múltiple, que para mí es lo más interesante de la novela. En mi opinión al añadir la cuestión de la gran longevidad se entra en un terreno en el que ciertas carencias de la protagonista me resultan inverosímiles. esto incluye los aspectos culturales sobre la diferenciación sexual en el uso del idioma que serían más creíbles si se trataran de forma diferente según el ámbito temporal de cada capítulo. El tema de diferenciación VS homogeneización sexual creo que podría haberse tratado mejor. En cuanto a individuo VS mente colectiva, muy bien.
En segundo lugar está la trama que avanza en un marco de cultura imperial espacial expansionista, que pese a que es común en muchas historias de ciencia ficción no avanza con suficiente fluidez. Coincido en destacar el abuso de casualidades. Es una trama en la que, pero esto es un gusto personal, no me resulta plausible la existencia de imperios espaciales por motivos de necesidad de recursos. Las conspiraciones y conexiones de hechos que se van revelando han provocado mi curiosidad pero es muy posible que si no se tratase de un libro que me han recomendado por múltiples vías hubiese terminado por abandonar por este segundo punto, la trama, que no la idea central de la naturaleza de la protagonista.
En tercer lugar, la técnica y el estilo de la autora, centrando la narración desde el punto de vista de la protagonista, saltando entre varias secuencias temporales de hechos, me parece acertada. Si añadimos aquí el uso del lenguaje relacionado estrechamente con la cuestión de la ausencia de diferenciaación sexual, lleva a una situación que en inglés sólo es posible de realizar abusando del uso del posesivo, y menos de descripciones de personajes (ya que los adjetivos en inglés serían inútiles para conseguir ese efecto) y un gran uso de los pronombres personales (algo normativo en inglés por su estructura) que temo que en la traducción a idiomas cuyas marcas de género gramatical sean de otra naturaleza haga que la idea se transmita de forma distinta al original.
En general mi opinión es que se trata de una buena idea, con temas sobre el análisis del individuo/colectivo que pierde fuerza por el desarrollo de la trama.
@IgnacioLector
Muy interesante tu comentario. ¿Crees que la secuela es necesaria?
Pues si se basa en los tipos de nave, podrá hacer incluso tres… Pero la verdad es que lo creo innecesario.
De todas formas, habrá que leerla. Por curiosidad, más que nada.
Sin duda! 🙂