Mickey 7 fue una sorpresa inesperada en su momento, antes de saber de la existencia de su adaptación cinematográfica, así que cuando vi que Edward Ashton había escrito la continuación, decidí hacerle un hueco. La acción se sitúa dos años después de los hechos acontecidos en la primera entrega, un tiempo que Mickey ha dedicado a cuidar conejos y poco más, aportando nada a la colonia en la que vive.
El refranero español tiene respuestas para casi todo, así que os podría remitir a él y a su famosa frase “segundas partes nunca fueron buenas”, pero sería un poco injusta con un libro que pretende explorar un nuevo camino pero que se queda muy corto en los cambios.
La principal gracia de la primera novela era la condición de desechable del protagonista y cómo eso influía en sus decisiones vitales. En Antimatter Blues este juego ya no está sobre la mesa y la novela se resiente. Ashton pretende involucrarnos en una novela de primer contacto, pero obtiene una obra repetitiva y que ha perdido gran parte de la chispa que pudiera tener antes.
No se puede negar que el humor y la ironía sigue presente en la obra, pero creo que la broma está bastante gastada y ya no consigue hacernos sonreír como antes. Tampoco se agradece la presencia de algunos deus ex machina que parecen la única forma de hacer avanzar la trama para el autor, aunque no se puede negar que el ritmo está bien llevado, algo que hace más soportable la lectura. Las comunicaciones con los alienígenas son algo monótonas y a veces parece que a Mickey le faltan seis papas en el kilo para comprender las advertencias que le hacen llegar. Si a esto se uno la doblez intrínseca de las negociaciones, nos encontramos en un círculo vicioso de promesas rotas que no lleva a ninguna parte.
En definitiva, un libro que no puedo recomendar.