Me he llevado una pequeña decepción con la última entrega de esta trilogía. Lo primero, porque Parker ha cambiado las normas del juego a mitad de la partida, variando el carácter episódico de los dos primeros volúmenes con sus cambios de punto de vista entrelazados por una narración mucho más convencional. Probablemente fuera necesaria para finalizar satisfactoriamente la historia, porque cada vez quedan menos personajes y los restantes ganan más peso en la historia, pero no deja de ser una trampa al lector, aunque sea legítima.
Además, aunque este quizá sea una de las características más llamativas durante la lectura del tercer libro, también es cierto que el propio modelo se ha agotado. Me parece que explora poco los dúos que hay a lo largo del libro, como los hermanos Belot y Aixo y Oida, mientras que se explaya quizá innecesariamente en los desastres de la guerra y la futilidad de la lucha. Que no digo que esté mal hacer hincapié en este extremo porque es uno de los mensajes que el autor nos quiere hacer llegar, pero acaba siendo cansado leer la enésima repetición del viaje por páramos desolados donde apenas queda vida porque todos los campesinos han muerto en las levas. También hay una proliferación importante de golpes en la cabeza para cerrar situaciones que me recuerda demasiado a la cortinilla de estrella de Homer Simpson.
Es cierto que la reflexión sobre la necesidad de una tabula rasa para construir un nuevo modelo puede llegar a ser defendible, pero el increíble coste que hay que pagar invalida cualquier otra consideración. Sin duda, seguiré leyendo a KJ Parker, aunque este libro me haya decepcionado. O es posible que empiece alguno de su alter ego, Tom Holt.