Joe Abercrombie ha vuelto y vuelve con sus características literarias más agudizadas que nunca y también con algunas innovaciones que añaden un nuevo interés a la lectura de sus novelas, por si antes tuviera poco.
A Little Hatred es el comienzo de una trilogía en la que Abercrombie, muy perfeccionista, ha utilizado un método nuevo. Ha escrito los tres libros del tirón y aunque todavía quedan revisiones por hacer, en realidad la publicación de las novelas va a ser mucho más continuada de lo habitual. Esto, a pesar de haberle llevado más tiempo, le ha permitido tener más control de la obra en su totalidad, de la trilogía propiamente dicha, pero supongo que es algo que podremos observar con más claridad en las siguientes entregas.
Sobre el libro en sí, creo que una de las cosas más certeras del autor ha sido cómo gestionar el relevo generacional de su historia. Aunque algunos personajes de los libros anteriores siguen teniendo presencia, vemos cómo van perdiendo protagonismo en favor de la savia nueva que va llenando las páginas. Y no solo las páginas, si no también nuestros corazones, porque con ese cuidado especial que le caracteriza, los personajes (aún los que cometen los actos más atroces) se van haciendo querer.
Es la primera vez que leo a Abercrombie directamente en inglés y he de decir que no me ha resultado especialmente difícil aunque no se trata de una prosa excesivamente clara, pero sí que es muy fluida. Una vez te acostumbras a la forma de hablar de cada región, el ritmo te va llevando por cada página con una facilidad pasmosa.
Me gustaría también hacer hincapié en la evolución de la historia, ya que ahora nos encontramos en una época industrial donde la lucha obrera cobra una gran importancia en la narración. Resulta impactante el contraste de la guerras del norte, donde las batallas siguen siendo una épica mezcla de sangre, despojos y armas afiladas, con la industria textil organizada en las zonas más avanzadas. Pero esta supuesta “civilización” no hace si no enmascarar la terrible realidad del trabajo esclavo y las condiciones infrahumanas en las que los trabajadores viven. Resulta incluso más estremecedor pensar que Abercrombie no está exagerando en absoluto.
El final, que se nota muy trabajado por el autor, no hace si no aumentar el interés por las próximas entregas, porque lo que se ha ido cociendo a lo largo de los capítulos anteriores estalla con gran intensidad. Me tranquiliza saber que el segundo libro ya está en camino, porque así la espera será menos tensa.