Adrian Tchaikovsky es un autor tan prolífico que algunas veces hay títulos suyos que pasan algo más desapercibidos, no sé si por el marketing o porque simplemente es difícil leer todo lo que publica. Creo que esto es algo que ha sucedido con Cage of Souls, una obra de la que he oído hablar poco pero de lectura más que recomendable.
El sol es un astro moribundo que apenas calienta la ciudad de Shadaprur, último lugar habitable para la humanidad, construida sobre las ruinas de incontables civilizaciones. El protagonista de la historia es Stefan Advani, que en una primera persona muy atractiva y con una voz narrativa ciertamente peculiar, nos va contando sus aventuras y principalmente, sus desventuras.
Por la propia estructura del libro, nos encontramos ante unas memorias escritas, así que el relato no es necesariamente pormenorizado, dando mucha más importancia a unas secciones que a otras (¿he oído por ahí narrador no confiable?). Quizá nos hubiera interesado indagar más en algunos aspectos de la ciudad que en otros, pero Stefan es un guía tirano que nos muestra lo que le interesa. El hecho de que a veces rompa la cuarta pared no hace si no aumentar nuestra relación con Advani.
Sin embargo, su vocación científica nos permite asistir a un asombroso despliegue de imaginación. Tchaikovsky lo mismo nos sorprende con una clase de biología (quizá esto sea menos sorprendente viniendo de quien viene) que con un tratado sobre arqueología. La panoplia de personajes de los que hace uso también es tan variada como atractiva, aunque en cierto modo están supeditados a la propia visión de Advani, consiguen robarle el protagonismo en más de una ocasión.
Se puede leer la obra en clave admonitoria sobre los riesgos del cambio climático, aunque me resisto a encasillar esta obra como clifi. Para mí, es claramente ciencia ficción aunque en algunos lugares la he visto reseñada como fantasía. Quizá sea la propia valía del autor la que hace difícil la descripción de Cage of Souls.
La prosa, aunque algo enrevesada, se lee de forma rápida y consigue que la lectura avance de forma bastante veloz, aunque algunos de los necesarios flashbacks que se introducen durante la narración nos dejen con la miel en los labios de lo que iba ocurriendo para insertar otros datos quizá no tan necesarios. En ocasiones los capítulos pueden llegar a hacerse densos por la cantidad de ideas por párrafo que Adrian va mostrándonos, pero no por ello deja de resultar apasionante.