Comencé a escuchar el audiolibro de Moral Code sin muchas expectativas porque los autores me eran desconocidos, pero el tema de las inteligencias artificiales me atrae mucho, sobre todo aplicado a un futuro muy cercano como es el caso. Además, se hace hincapié en el aspecto ético de la creación y el uso de este tipo de inteligencias, algo de lo que ya nos da pistas el título del libro, que me parece muy pero que muy adecuado.
El comienzo es bastante prometedor, ya que conoceremos a Keira, una ingeniera que ha desarrollado su propia IA, llamada Elly. Cuando estaban desarrollando una labor humanitaria se encuentran en una situación límite por un terremoto y ahí da comienzo la relación de ambas con Roy Brandt, el desarrollador de unos nanorobots que en secreto realizan tareas de salvamento… y otras muchas cosas.
Tras este encuentro casual y muchas conversaciones, Keira y Roy se dan cuenta de que si unen sus fuerzas conseguirán mejorar mucho los nanorobots, sobre todo con el MoralOS, el sistema operativo que sirve como brújula moral para Elly pero que es aplicable en otros entornos.
Como veis, la premisa es muy interesante, pero el libro se va diluyendo poco a poco. Primero, porque hay cierta ingenuidad en las ideas que se van exponiendo, pero también porque no se entra en mucha profundidad en las bases de todo el andamiaje ético. ¿Cómo se define la moralidad? En un momento nos dicen que se han tenido en cuenta muchas religiones, filosofías… pero queda todo un poco en el aire. Y la verdad, me cansa un poco el punto de vista totalmente occidental de todos los libros que he leído que tratan este tema (esto probablemente es culpa mía, de mis sesgos de lectura). Sin ir mucho más lejos, en la Hispacon tuve la oportunidad de asistir a una charla sobre el ghost japonés, esa alma que se atribuye a todas las cosas en el mundo que cambiaría totalmente la percepción de lo que es una inteligencia artificial.
Aunque esta inocencia ingenua es el problema de fondo, también hay otros elementos que me hicieron bajar un poco la apreciación del libro. Por ejemplo, el maniqueísmo para distinguir a los “buenos” de los “malos”, la creencia de que las agencias gubernamentales estadounidenses iban a utilizar esta tecnología punta solo y exclusivamente para el bien y el empecinamiento de la protagonista con que la defensa de los niños ha de ser la principal prioridad de cualquier ser moral. El libro es entretenido, pero no rompedor.
La narración de Veronica Pace es muy correcta, pero le falta un poco de alma. Es posible que mi opinión se haya visto influida por la pequeña decepción que ha supuesto el desarrollo del libro, que tenía unos buenos mimbres para su desarrollo pero que ha acabado siendo uno más del montón.