Muchas veces aprovecho las vacaciones para retomar libros de una longitud considerable que por la razón que fuera se quedaron un poco atrás en la lista de lectura. Además, si recibes una recomendación de alguien cuyo criterio es semejante al tuyo, como es el caso de Antonio Díaz, no es de extrañar que Saint Death’s Daughter me acompañara en las vacaciones. Ojo, que estamos hablando de casi 700 páginas de ritmo desigual, pero el aluvión de imaginación y humor del que hace gala C.S.E. Cooney compensa estos problemas.
La historia que relata la autora se fija en la vida de Lanie, Miscellaneous Stones, una poderosa nigromante en potencia, pero con un grave problema. Es alérgica a la violencia, con manifestaciones físicas de las heridas que ve o que causa alguien que luego la toca y su familia está plagada de asesinos. Con este percal, es casi un milagro que Lanie haya llegado a los 17 años, pero ahí está aguantando frente a viento y marea (y no muertos, asesinatos, envenenamientos, ataques de alergia…) A todo esto se une la repentina muerte de sus padres, los asesinos reales, que la dejarán a la merced de sus deudores y de una hermana poco cuidadosa con su especial condición.
Con este punto de partida, la autora empieza a mostrarnos todo un panteón mágico tan sorprendente como atípico, unido a un desarrollo de la cultura y la política intrínsecamente relacionado con un sistema mágico epatante. Es admirable cómo va cambiando la historia con giros inesperados y revelaciones que no se ven venir en su mayor parte. Recurriendo sobre todo al uso de unas notas a pie de página realmente hilarantes para conocer el árbol genealógico de los Stones y sus variopintas causas de muerte (casi siempre prematura) Cooney irá desgranando las peripecias a las que se enfrentará Lanie para proteger a sus amigos y desfacer los entuertos (y las maldiciones y las intrigas y los ataques) que se irá encontrando por el camino.
La prosa de la que disfrutaremos no es para nada ramplona, de hecho algunas veces es algo enrevesada, de acuerdo con ese tono mesmerizante que tienen algunas de las escenas, especialmente las que tienen mayor presencia de magia necrótica, pero en general toda la narración requiere de cierto esfuerzo por parte del lector para entrar en el juego que propone la escritora, que nos ofrece un drama romántico y un sainete popular aderezado con una conspiración política sustentada en un sistema mágico apabullante. Puedo entender que a algún lector le parezca un poquito demasiado, pero realmente estamos ante una obra brillante.
El abanico de personajes que pueblan las páginas de Saint Death’s Daughter tampoco le va a la zaga a la construcción de mundo. ¡Madre mía qué cantidad de gente sale en este libro! No quiero ni imaginar el trabajo que habrá llevado a cabo Cooney para ordenar el Dramatis Personae, no solo por la genealogía de los Stones que ya os digo que tiene tela marinera, si no por el resto de familias, miembros de varias cortes, de otros reinos… que acaban interactuando de una manera u otra con Lanie. Además cada uno perfectamente definido y distinguible, y lo que es más, reconocible después de unos cuantos capítulos en los que a lo mejor no se ha hecho referencia para nada a ellos.
No me sorprende para nada que ganara el premio Mundial de Fantasía el año pasado. Os lo recomiendo encarecidamente.