La tiranía de las novedades es una expresión que se aplica bastante bien a la elección de mis lecturas, aunque algunas veces me rebelo contra ella para redescubrir algún libro que se pasó desapercibido en su momento, o directamente es más viejo que yo, como es el caso de Roadmarks, de Roger Zelazny. Aprovechando que existe versión en audiolibro, me puse con esta obra de ciencia ficción que podría estar escrita perfectamente en la actualidad, no ha envejecido casi nada.
Hace poco reseñé Last Exit y me ha llamado mucho la atención leer Roadmarks, que parece claramente una precursora de la nueva obra de Max Gladstone después y no antes.
La idea en la que se basa Roadmarks es una carretera en la que se viaja en el tiempo, hacia el futuro si vas en una dirección y hacia el pasado si vas en la contraria. Esta idea, escrita hace más de 40 años, ya debió de ser rompedora en su momento, pero si además le añadimos el carácter experimental del libro, del que hablaré a continuación, la mezcla es explosiva. Y hay dragones, por si faltaba algo.
Los capítulos de la novela se dividen en dos tipos: unos que siguen una narración más o menos lineal y otros que son tramas secundarias que influyen en la historia pero que están totalmente desordenadas, por lo que es labor del lector ver qué posición ocupan dentro de la línea del tiempo. Esta tarea, no es fácil, pero lo es aún menos con el formato audiolibro, ya que todo queda a merced de la memoria del lector, porque es más complicado ir saltando de capítulo y viendo donde encaja cada pieza con un audio que con un libro físico o digital.
La narración de Matt Godfrey es estupenda, te sumerge en la lectura y facilita la comprensión con su forma de interpretar a cada personaje. Pero, como ya he dicho antes, no me parece que Roadmarks sea un libro al que le favorezca especialmente el formato.
Zelazny también hace gala de su portentosa imaginación en cada capítulo del libro. Prácticamente en el comienzo nos encontramos con T-Rex teledirigido que simplemente está ahí porque supongo que le haría gracia en ese momento, no tiene más relevancia en la historia. Me gusta también cómo explica la posibilidad de que se altere la historia conocida hasta ahora como distintas salidas de la carretera y cómo las que se alteraron en su momento fueron quedando en desuso y ahora son prácticamente intransitables.
El nudo de la novela trata sobre Red Dorakeen, un viajero de esta autopista infinita que es incapaz de dejar de viajar porque tiene interés una búsqueda, aunque realmente no sabe lo que está buscando. Y, también por razones desconocidas, un antiguo socio lanza una compleja operación buscando su muerte, para lo cual dispone de 10 oportunidades. No quiero entrar más en la trama por no destripar el libro, aunque tratándose de Zelazny es difícil que se vea venir el desarrollo de la historia.
Una lectura entretenidísima y una justa reedición de un clásico de la ciencia ficción que sigue vigente hoy en día.