Normalmente los libros detectives con ambientación de ciencia ficción o futurista añaden ciertos detalles cosméticos a la trama pero recurren a la manida investigación policial típica para desarrollar la novela en sí. No es el caso de Midnight, Water City, situada en un futuro relativamente cercano, pero en el que la parte más especulativa está inextricablemente trenzada con la propia narración, aunque el protagonista sea el arquetipo de detective de novela hardboiled.
El protagonista es un policía de 80 años (aquí intervienen las técnicas de rejuvenecimiento) que va ya por su cuarto matrimonio y que no descarta que este acabe también pronto. Pero el narrador tiene una característica muy particular y es su sinestesia, que le permite ver en color verde y rojo la muerte y los asesinatos a pesar de su daltonismo. Además, en su pasado fue el jefe de seguridad de la científica Akira Kimura, salvadora del mundo al detectar y destruir un objeto celeste que amenazaba con destruir el mundo. Así que cuando recibe un comunicado de Akira en el que le ruega su ayuda ya que teme por su vida, dirige sus pasos hacia el fondo del mar donde reside Akira (las construcciones humanas se han refugiado en los océanos debido a la contaminación). Cuanto más profunda está tu residencia, más dinero tienes y Akira, prácticamente considerada una semidiosa, vive en niveles abisales. No sorprenderá a nadie descubrir que Akira ya no está entre nosotros cuando llega a su apartamento.
No voy a entrar más en la trama de la novela, por no destripar los múltiples vericuetos en los que pasea Chris McKinney y que hacen que la novela sea muy entretenida. Con continúas referencias al pasado y a lo que aconteció sobre todo en los momentos en que se descubre el meteoro, las amenazas a las que ha de hacer frente el protagonista en su defensa de Akira o la insoportable superioridad de la que la científica hace gala en todo momento, el autor construye una trama enrevesada y un poquito imprevisible principalmente por el manejo de la información pertinente al caso, como si nosotros también estuviéramos cegados por la magnificencia de Akira.
El uso de la primera persona y del narrador no confiable también se adecúa mucho a la historia que se quiere contar, ya que todo está pasado por el tamiz de las interpretaciones del protagonista, necesariamente influido en las pesquisas del asesinato por la relación de amistad que mantuvo y mantenía con Akira Kimura. Sobre todo se acentúa el resentimiento que tiene hacia los más adinerados, una clase con la que se codea pero a la que no podrá pertenecer nunca, envidiando sus privilegios y posición.
La parte especulativa es una extrapolación verosímil de la tendencia actual respecto al medio ambiente y la tecnología, aunque deja un poco en el aire los fundamentos científicos para ciertos desarrollos espectaculares, como una especie de cámara hiperbárica que rentabiliza de tal formas las horas de sueño que prácticamente duplica la capacidad de trabajo de los ricos, además de sus capacidades rejuvenecedoras.
En resumen, se trata de una novela que se sale un poco de lo que leo habitualmente para el blog, aunque se puede categorizar como ciencia ficción por su entorno y desarrollo. Me ha resultado una lectura atractiva y al parecer tiene continuaciones, que no imagino que derroteros seguirán pero que me pueden interesar.