Claire North es una escritora muy irregular, capaz de lo mejor y lo peor, así que nunca sabes qué te puedes encontrar cuando abres un libro suyo. Es cierto que mi última experiencia fue muy buena, lo que quizá debería haberme preparado para llevarme una decepción con Notes from the Burning Age, pero lo que no me esperaba era aburrirme con una historia de espías, uno de los temas que más me entretiene.
Notes from the Burning Age está situada en un futuro donde la humanidad ha sobrevivido a duras penas a los desastres del cambio climático, volviendo a basar su existencia en un trato más respetuoso con el medio ambiente, buscando el equilibrio entre lo que se consume y lo que se devuelve a la naturaleza. En parte este forma de vida se sustenta en el miedo a los kakuy, unas “criaturas míticas” que fueron las que destruyeron la civilización, como representaciones físicas de los espíritus de la naturaleza y su ira contra quienes la sobreutilizaron.
Es innegable la influencia de Cántico por Leibowitz tanto en la visión postapocalíptica como el tratamiento del saber antiguo, que se busca y se guarda para evitar que la herejía se vuelva a propagar. No obstante, se nota la diferencia que años de acumulación de material sin sentido en internet provoca en estos almacenes de conocimiento, siendo necesaria una labor de purga ingente para separar la paja del grano en los discos duros que todavía sobreviven.
Toda la novela está narrada desde el punto de vista de Ven, a quien acompañaremos en su labor como espía infiltrado en la Hermandad, una sociedad que busca volver a las antiguas costumbres para incrementar el bienestar de las personas, aún a costa de la supervivencia de los demás. Y es que se ve que la especie humana no consigue aprender de sus propios errores.
La forma de escribir de North en esta ocasión es muy alegórica, dejando al lector la interpretación de la mayoría de los hechos que acontecen a lo largo de las páginas. Por desgracia, esta labor no da el fruto deseado, sobre todo porque la historia de espionaje resulta repetitiva y aburrida. Es cierto que en la vida real la labor de un “topo” dista mucho de la imagen adulterada que las películas nos han hecho asociar a los espías, con James Bond a la cabeza, pero no es menos cierto que en esta novela la trama no es que avance lentamente, es que repta sobre un limo escurridizo que parece echar hacia atrás los acontecimientos en vez de conseguir que avancen.
Hay momentos de tensión cuando parece que se está a punto de descubrir a alguno de los agentes encubiertos, pero es que ni siquiera en las escenas de persecución se puede decir que haya mucha tensión en la narración, quedando en la mente del lector una sensación de incompletitud, de oportunidad perdida. Una pena, porque es una historia que podría haber funcionado de haber escogido la autora otros derroteros para su devenir.