Tengo la impresión de que esta publicación reciente de Sarah Gailey está pasando bastante desapercibida y es injusto, porque nos encontramos ante una obra de ciencia ficción especulativa que si bien utiliza un recurso muy manido como es la clonación humana, es capaz de conjugar el tratamiento de la moralidad en los experimentos científicos con las relaciones personales de una forma sobresaliente.
Evelyn Cadwell es una investigadora de gran éxito en el campo de la clonación humana. Está totalmente volcada en su investigación, así que deja pasar varias señales de que su marido, que colaboró con ella en el principio de su carrera, es infiel. Lo sorprendente es que con quien está teniendo una aventura es un clon de ella misma, modificada para limar las asperezas e inconvenientes que presentaba en su relación. Sin embargo, todo cambia cuando recibe la llamada de Martine, su propio clon, solicitando su ayuda por algo que ha ocurrido con su marido.
Lo que más llama la atención de la novela que nos ofrece Gailey es la crudeza con la que expone los sentimientos de los personajes. Quizá estamos acostumbrados a que en el mundo real todo tenga una capa de edulcorante para ayudarnos a pasar mejor los malos tragos, pero Gailey habla sin tapujos. En el campo de la clonación humana y cuando Evelyn habla de su investigación, los “sujetos” no son considerados seres humanos, son solo especímenes con los que experimentar. Y si para condicionarlos hace falta extirparles un miembro o someterles a algún otro procedimiento cruel, todo se lleva a cabo de una forma tan aséptica e impersonal que nos hace dudar sobre la humanidad del propio científico.
Esta frialdad extrema de Evelyn también se ve reflejada en su relación con el resto del mundo, desde su marido que se siente abandonado por su dedicación a la investigación a la ristra de ayudantes que va quemando a lo largo de los meses. Y sin embargo, a lo largo de la novela iremos viendo que todos estos actos son la consecuencia de una infancia subyugada que poco a poco se irá desvelando. No es que su comportamiento tenga justificación, pero sí podemos llegar a entender las causas.
Pero no es solo el comportamiento de Evelyn el que nos resultará repulsivo, es que casi todos los “humanos verdaderos” (por distinguirlos de los clones) tienen una bajeza moral que resulta fascinante pero que debería hacer saltar todas las alarmas.
No deseo extenderme más en la trama de la novela, porque creo que es mejor ir descubriendo las pequeñas sorpresas y giros de guion que Gailey ha ido sembrando por esta excelente obra. Considero importante poner el foco en la especulación sobre las posibilidades de la clonación y la responsabilidad moral en la creación de estos sujetos, algo sobre lo que le misme autore hace bastante hincapié. Es un libro relativamente corto pero que hay que leer de forma pausada para reflexionar sobre estos temas.
Me gustaría destacar la labor de la narradora del audiolibro, Xe Sands, que consigue que consigamos empatizar con una protagonista fría y con un comportamiento en ocasiones despreciable, en un relato que transcurre sobre todo en el interior de su cerebro. Los diálogos que hay también están bien representados, pero es ese soliloquio interior y la manera de contárnoslo lo que me ha hecho reparar más en la calidad de la narración de Sands.