Empecé la lectura de la nueva obra de Ken MacLeod con mucho interés, porque me apasiona la idea de recibir mensajes de tu yo futuro como base de una novela. Esto implica muchas cosas, como que el viaje en el tiempo sea posible y claro, mientras no hayas mandado esa información tienes la inmortalidad “asegurada” (ya sé que estas afirmaciones son totalmente discutibles, pero son una consecuencia “lógica” del escenario que plantea el autor). Uno de los personajes que conforman el nutrido elenco de Beyond the Hallowed Sky, recibe este mensaje con una demostración de que el viaje más rápido que la luz es posible, con todo lo que ello implica.
MacLeod no se conforma con este comienzo, si no que también nos plantea un futuro con tres grandes potencias que se reparten el poder en la Tierra, robots indistinguibles de los seres humanos (ni ellos mismos saben que lo son), inteligencias artificiales, aliens de tecnología indescifrable… Vamos, unas premisas de gran novela. Pero, por desgracia, el desarrollo de los acontecimientos y del libro en sí no alcanzan las expectativas que yo misma me había creado.
Las tres potencias de las que hablaba antes juegan en un tablero claramente desigual, ya que dos de ellas cuentan con una ventaja tan claramente desequilibrante que es casi una broma pensar que la otra pueda hacerles frente. Estamos más bien ante un teatrillo para que puedan seguir con su “agenda oculta”. La trama de espionaje es bastante floja o al menos así me lo parece, porque el principal operativo que realiza las misiones “secretas” es menos discreto que James Bond mezclado con la vieja del visillo, algo imperdonable.
Quizá es más interesante la trama de primer contacto, pero es precisamente la menos desarrollada de toda la novela, dejando mucho para la segunda entrega de la serie. El autor escocés prefiere presentar una inteligencia alienígena cognoscible, aunque tan eminentemente superior que la humanidad es menos amenazante que un bebé que alza sus manos hacia las estrellas.
Espero que el siguiente libro, con los personajes ya establecidos y el escenario ya presentado consiga atraparme un poco más, porque con esta primera entrega MacLeod no ha conseguido engancharme.
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