Existen varios relatos que toman como base la idea de las “naves generacionales” como única forma científicamente sostenible para colonizar otros planetas, sin tener que recurrir al viaje más rápido que la luz. En muchos de estos relatos algún fallo inesperado causa que los descendientes de los primeros exploradores hayan olvidado su origen y regresado a formas de vida primitivas.
Chris Beckett nos muestra en este “Dark Eden” una nueva vuelta de tuerca sobre el tema. En este caso el escenario es un planeta, no una nave y aunque los humanos que viven allí recuerdan algo de su pasado y orígenes, la pérdida de conocimientos y vuelta a la vida primitiva es patente. El escenario es muy original, ya que el planeta no recibe luz solar y la única iluminación y calor los proveen las plantas y los animales presentes en el bosque. Si se sale de este ámbito reducido, la oscuridad y el frío hacen imposible la vida humana.
El germen de la humanidad en este planeta lo pusieron dos personas, Angela y Tommy que tras un accidente espacial en el que quedan varados en Dark Eden deciden poblar el mundo. El imprescindible cruce genético entre personas de la misma familia no tarda en provocar la aparición de mutaciones genéticas como el labio leporino y pies en forma de garra y la falta de recursos, conocimientos y luz hace que la vida de sus descendientes se reduzca a la caza y el forrajeo para la subsistencia.
Varias generaciones más tarde, el joven John Redlantern decide poner a prueba todo lo establecido y buscar un nuevo lugar donde establecerse a través de la Oscuridad.
“Dark Eden” admite muchas interpretaciones, por que trata muchos temas y creo que la mayoría de forma adecuada. Se puede leer como una historia de exploración y de aventuras, en la que los jóvenes se enfrentan a lo desconocido como los navegantes de la era de los descubrimientos se enfrentaron al océano. Cabe también una interpretación de tintes históricos, ya que asistimos al cambio de una sociedad matriarcal a una patriarcal. Incluso se puede llevar a cabo una lectura en clave teológica, sobre creación de mitos sin olvidar el conflicto generacional entre los adultos y los jóvenes.
La evolución o mejor dicho involución del lenguaje también ayuda a la creación de la atmósfera, no creo que haya visto ningún very en todo el libro, los adverbios son difíciles de utilizar y es más fácil repetir los sustantivos para expresar las ideas. Por ejemplo, si hace mucho frío, se dice cold, cold, cold. Esto sirve para crear ambiente y que nos inmerjamos en el mundo. Otros recursos que utiliza el autor son las onomatopeyas de los animales, aunque estas en algunos momentos llegan a resultar cansinas.
Las únicas pegas que le encuentro a “Dark Eden” son de tipo más científico que literario. En primer lugar, resulta muy conveniente que prácticamente toda la vida que puebla el planeta sea asimilable por el cuerpo humano, que la temperatura en el lugar donde viven sea estable y agradable durante todo el tiempo … las condiciones de vida en el planeta son acogedoras, demasiado acogedoras. Por otra parte, dudo que con un caudal genético tan restringido se puedan desarrollar tantas vidas humanas.
En definitiva un libro que recomiendo, y del que espero leer pronto la segunda parte.