¿Qué mejor ocasión que aprovechar #leoAutorasOct para volver a leer a Madeline Ashby? Mis experiencias anteriores habían sido más o menos gratas, así que también sentía curiosidad por ver la evolución de Ashby como escritora. Los astros por fin se habían alineado.
Como en los libros anteriores, el personaje principal es el pilar fundamental en el que se basa la novela y en Company Town está excelentemente dibujado. Hwa es una auténtica hija de puta como ella misma reconoce, pero este humilde origen no es óbice para su personalidad. Y es que aunque su madre la culpa de todos sus males, a pesar del accidente que se llevó por delante a su querido hermano y de tener una enfermedad que marca su rostro y hace peligrar su vida, ella sigue hacia delante. Con fuerza. Es todo un ejemplo.
Su trabajo es ser guardaespaldas de “consortes”, un servicio legal en una ciudad construida alrededor de una plataforma petrolífera. Un entorno aislado y autosuficiente, que sirve a la autora para desarrollar su historia sin interferencias del exterior. Hay una pequeña escena en la península de Terranova, pero eso todo.
Aunque como ya digo su principal atractivo es la fuerza de Hwa, Ashby deja caer algunas perlas durante toda la narración. La posibilidad de filtrar lo que se quiere ver o no gracias a los “aumentos” artificiales, los tratamientos para prolongar la longevidad, un proyecto de clase sobre naves generacionales… Un montón de información que nos sitúa en una ciencia ficción de futuro cercano, como la obra de Ramez Naam, por ejemplo. ¡Qué pena que la autora no dedique algo más de tiempo a esto!
La historia, por otra parte, es muy típica. Aunque las desigualdades sociales son más que evidentes, tampoco se habla mucho sobre esa injusticia. Sin querer entrar en el escabroso terreno del spoiler, los giros y sorpresas de guion no lo son tanto.
Es por esto que tras acabar la novela me queda una sensación agridulce, porque pienso que podría haber dado lugar a una obra más redonda con las ideas y los personajes de los que partía, pero al final se queda en un pasatiempo. Perfectamente disfrutable, pero menor.
Si queréis catar un poco de lo que es Company Town, hay un capítulo que sirve como relato para la antología Upgraded de Neil Clarke.