Hubo una edad de oro de la literatura detectivesca a principios del siglo pasado, liderada por la dama del crimen Agatha Christie. Y como otros muchos, yo tuve mi época de devorar este tipo de novelas. En las décadas posteriores la irrupción de la tecnología quitó parte de la gracia a los libros, que fueron tendiendo cada vez más a la parte menos reflexiva de la investigación.
Para volver a disfrutar de libros de este corte, son necesarias unas circunstancias especiales. Y, sorprendentemente, la ciencia ficción nos puede dar unos escenarios estupendos para crímenes de resolución incierta. Esto es porque una de las virtudes del género es la posibilidad de cambiar las reglas del juego. Por ejemplo, en Six Wakes de Mur Lafferty las víctimas del crimen son unos clones en una nave espacial, convirtiéndose en una vuelta de tuerca al típico caso de la habitación cerrada.
Death of a Clone toma una idea similar. En un remoto asteroide se sitúa una colonia minera explotada por clones bajo la supervisión de tres humanos “normales”. El trabajo debería estar repartido entre los cuatro grupos de seis clones idénticos según sus características particulares, pero al comienzo de la novela ya nos encontramos en una situación desequilibrada, porque solo quedan dos miembros de uno de los grupos. Y cuando aparece muerta una de ellas, la gemela restante decide investigar, basándonse en los libros de Poirot y Marple que ha devorado en su tiempo libre.
El punto de partida, resulta muy atractivo. Si los personajes son clones, ¿serán sus motivaciones iguales o habrá diferencias entre cada uno de ellos? ¿Qué papel representan los supervisores en el control del trabajo? Si han matado a un clon, ¿seguirán con el siguiente hasta acabar con la estirpe? Y ¿por qué no había veinticuatro clones desde un principio?
Estas son solo algunas de las preguntas que nos podemos hacer con el planteamiento inicial del libro, pero claro, no todo es lo que parece (¿dónde estaría el misterio si no?).
La idea, como digo, es buena, aunque la ejecución no tanto. La prosa del autor es en ocasiones demasiado plana para expresar los sentimientos que sin duda poseen los personajes. También tiene algunos problemas de ritmo mientras se está llevando a cabo la investigación, quizá achacables a la propia estructura de la novela, demasiado centrada en la estrecha visión de la protagonista. Se desaprovechan algunas oportunidades de exponer debates éticos que podrían ser muy interesantes, pero es posible que el autor no estuviera interesado tanto en este aspecto como en el propio desarrollo del misterio.
Los secretos del pasado que van surgiendo cumplen escrupulosamente su papel sorprendente y a la vez homenajean a sus referentes. Death of a Clone es una lectura corta y disfrutable. Siento interés por la siguiente obra de Alex Thomson, la verdad.