Aquí podéis leer la reseña del primer tomo.
Me sorprende cómo cambia el tono en esta entrega final de “El héroe”, mucho más oscuro y crepuscular. Sobre todo la escena de comienzo, cuando Heracles se vuelve loco y arremete contra sus hijos hace que se te encoja el corazón. La representación de esta pesada carga, con tres fantasmas que ha de arrastrar tras de sí durante las siguientes viñetas está repleta de simbolismo.
Tras esta barbaridad, Heracles se retira a una montaña en el confín del mundo (homenaje al homenaje de las 12 pruebas de Astérix) y el crimen campa a sus anchas por Grecia. Es curiosa la forma de contarlo de Rubín, con entrevistas de televisión a Euristeo e imágenes de las manifestaciones en la calle a favor de su regreso. Éste se produce cuando le encuentra Yolae, figura también importante en los mitos de Hércules, pero bajo el nombre de Yolao.
Euristeo está bajo la constante amenaza de Hera, que lo destruirá si en las últimas prueba no derrota a Heracles.
La historia es bien sabida, pero el diálogo de Heracles con Prometeo y con Atlas cuando busca las manzanas de las Hespérides nos deja muchos puntos para la reflexión. La historia de Prometeo es un homenaje en toda regla a Mr. Freeze de DC y sirve para enlazar con el final de la siguiente tarea.
El descenso de Heracles al inframundo para tomar al can Cerbero ocupa una parte destacada de este último tomo. Hermes le lleva al sitio de descenso en un coche deportivo, como cabría esperar del veloz mensajero de los dioses. Allí habrá de enfrentarse a Medusa, que no supone para nada un obstáculo en su camino y a otros héroes conocidos o no.
Heracles sale victorioso de todas estas pruebas como ya conocemos y la alegría inunda el mundo. Me gusta especialmente el anuncio tipo “Join the Army” para expedición de Jasón, los avances en la ciencia de Prometeo…
Toda esta felicidad es ínfima en comparación con la duración del relato ya que la traición acecha. Hera no está dispuesta a permitir que Heracles sea feliz y conspira desde las sombras para acabar con él.
Los homenajes están presentes en toda la obra, quizá el más claro son las seis viñetas tipo Snoopy de uno de los últimos capítulos, pero en una segunda o tercera lectura seguro que nos damos cuenta de más detalles. Y éste es un tebeo para releer con calma y ambos volúmenes seguidos, ya que la división en cierto modo perjudica a la primera entrega, la obra hay que contemplarla como un conjunto. La verdad es que me ha gustado mucho.
La historia acaba siendo cíclica y todo fin puede dar lugar a un nuevo comienzo.