Me leí este libro de una sentada mientras esperaba en un aeropuerto la salida de mi avión. En un entorno ruidoso, que no invita precisamente a la concentración, Manuel Moyano consiguió atraparme con su novela.
El imperio de Yegorov utiliza como recurso estilístico una narración fragmentada que va componiendo un collage final. Desde SMS a correos electrónicos, pasando por informes policiales o entrevistas, cada parte se une de forma muy estudiada para dar lugar a un conjunto total muy atractivo.
El autor ha sido capaz de facilitar puntos de vista muy diversos, consiguiendo también dotar de una voz particular a cada historia. La extrema brevedad de la novela juega a favor de esta estructura y este formato, que quizá no hubiera aguantado una publicación más abundante en páginas.
El elemento diferenciador de la novela, el punto de partida que da lugar a toda la narración no es para nada original, se podría decir incluso que es previsible. No obstante, las elucubraciones sobre las consecuencias morales, económicas y políticas de este descubrimiento sí que me parecen interesantes. Moyano lleva la historia por donde le interesa, que quizá no es por dónde nosotros querríamos ir. Alguna de las elipsis temporales dejan huecos que debe rellenar nuestra imaginación. Hay que leer hasta la última página para tener todos los datos y hacernos una composición de lugar y aún así, no todo queda explicado porque no hace falta.
El imperio de Yegorov es una novela muy recomendable tanto para aficionados al género como para el lector ajeno a la ciencia ficción.