La historia sobre cómo acabé leyendo este libro de terror medieval es muy curiosa, tanto por ser un proyecto muy personal del autor, que ha contratado directamente los servicios del traductor para luego autopublicarlo, como por las peripecias con el libro en sí. A priori, aunque me gusta Buehlman como escritor, el terror no es un género que me atraiga mucho, por lo que Entre dos fuegos estaba bastante bajo en mi lista de prioridades. Pero luego pensé que tras el esfuerzo que ha hecho él por ofrecernos su obra a los lectores españoles, no sería justo darle de lado por mis prejuicios. Así que le di una oportunidad y me alegro muchísimo de haber encontrado una novela terrorífica sí, pero también con una dulzura y un mensaje que cala hondo.
Entre dos fuegos tiene reminiscencias de Umberto Eco y Peter Berling, con esa ambientación medieval en la que la supervivencia es el primer objetivo, con mapas plagados de hic sunt dracones que se pueden acabar volviendo terriblemente reales, con una estructura social tan anquilosada como jerarquizada, donde quizá el peor enemigo sea el vecino conocido y no el monstruo al que temes. En este ambiente opresivo, con el añadido de la plaga que mata sin ton ni son ni piedad alguna, los protagonistas del libro emprenderán un viaje cuyas consecuencias pesarán en la historia de la humanidad.
Los personajes son falibles por su propia condición de seres humanos, pero seremos testigos de cómo se van desarrollando sus relaciones, desde el encuentro fortuito entre un caballero reconvertido en salteador de caminos y una huérfana tremendamente inocente, tras el que emprenden un viaje aterrador bajo en acecho constante de las fuerzas del mal. Y es que en esta fantasía medievalista es de tanta importancia la religión que seremos testigos de la lucha encarnizada entre el bien y el mal en estado puro. Y ese Dios al que todos dirigen sus plegarias parece haber olvidado a la humanidad.
El libro también recuerda en ciertos momentos a la historia de Juana de Arco, tanto en el aspecto emocional como en la utilización de una figura como representación de la esperanza frente a la adversidad. Pese a todo Christopher no recorre ese camino ya conocido, desarrollando la mayor parte de la historia de manera más personal, con menor intervención de los poderes fácticos de la época. Estos aparecerán más tarde, pero no juegan un papel tan representativo como los plebeyos y la clase baja, que nos darán lecciones de cómo pueden ser capaces de lo mejor y lo peor.
El desfile de monstruos horrorosos a los que harán frente los protagonistas haría palidecer a los lectores de terror más avezados, pero, sinceramente, lo que más miedo da es lo verosímil que resulta el comportamiento humano egoísta y autocomplaciente de muchos de los personajes con los que se cruzan en su periplo.
Estamos ante un libro capaz de hacer aflorar nuestras emociones, que no creo que deje impasible a casi ningún lector. Lo recomiendo encarecidamente.
Me ha encantado la traducción de Manuel de los Reyes, con el uso de arcaísmos que refuerzan aún más la ambientación del libro, haciendo de una lectura que podría ser complicada algo muy ameno y atractivo. Si queréis saber más al respecto, os emplazo a mañana para leer una breve entrevista con el propio traductor sobre la labor desarrollada en este libro.