A poco que te pongas a leer sobre la tradición de la literatura fantástica en España o a hablar con lectores un poco especializados es raro que alguien tarde en sacar a relucir el nombre de Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, Barcelona, 1945), una de las principales impulsoras del cuento como género literario en nuestro país, aunque también ha cultivado la novela y la biografía. Desde 2008 podemos disfrutar del volumen Todos los cuentos, editado por Tusquets y que recopila los cinco libros de relatos que ha publicado hasta la fecha. Su último libro, publicado bajo el seudónimo Fernanda Kubbs, es la novela fantástica La puerta entreabierta. El tres de abril visitó Girona para dar una charla dentro del programa del Festival MOT, antes de la cual tuve la suerte de reunirme con ella y mantener esta charla que he transcrito para todos vosotros.
Espero que la disfrutéis tanto como lo hice yo.
Una de las ideas recurrentes de sus relatos tiene que ver con el poder, a menudo con un punto de perversidad, de la narración o del narrador oral. ¿Qué papel desempeña esa idea en su literatura?
En Todos los Cuentos hay varios relatos, especialmente de los primeros (Lúnula y Violeta, por ejemplo), en los que le rindo un homenaje a los narradores orales, pero en mi último libro, La puerta entreabierta —el que he publicado con el seudónimo de Fernanda Kubbs— la palabra es incluso un personaje más. Hay muchos juegos de palabras, anagramas, sopas de letras, acertijos, canciones infantiles que son un poco como conjuros o salmodias, pero sobre todo hay un personaje que cuenta un sueño, un cuento que se llama El dueño de las palabras, donde la palabra es la absoluta protagonista. O sea, que yo creo que la palabra, de alguna manera, es un personaje más.
Todos los Cuentos presenta un abanico que va desde lo estrictamente realista hasta relatos claramente fantásticos, particularmente cercanos al horror. ¿Qué cree que aporta el elemento fantástico frente a un planteamiento más realista?
Bueno, yo creo que lo que une a todos mis relatos podría ser una mirada especial. Es cierto que muchos relatos han sido considerados fantásticos, y en un momento dado yo pensaba que no lo eran. Ahora mi visión de lo fantástico ha cambiado y creo que aunque no ocurra nada sobrenatural está la mirada, la forma de contarlo; quizás sea eso lo que los hace fantásticos. Además el género cuento y lo fantástico van muy bien juntos. De alguna manera, parece que se complementan estupendamente.
Pero yo tampoco separaría tanto lo real y lo fantástico. Es decir, date cuenta de que nosotros, los seres humanos, estamos en la realidad, pero durante unas horas al día somos fantásticos. Por lo menos el rato que dormimos y soñamos. O sea: lo fantástico forma parte de la realidad, no nos olvidemos. Y que la gente no se crea que la literatura fantástica es una huida, ni muchísimo menos, porque a estas alturas todos sabemos que muchas veces lo fantástico sirve para desnudar la realidad o para tomar una distancia; pero tampoco olvidemos que a veces es muy divertido imaginar, crear otros mundos. O sea, el placer por el placer; tampoco lo olvidemos. Aunque si uno quiere huir que no se ponga a escribir, porque… la palabra no es inocente.
Dos detalles que me han llamado la atención en varios de sus relatos son la tendencia a usar narradores poco fiables y la forma que tiene de dejar fuera de la narración elementos que para otro escritor serían el núcleo de la trama. Eso lo vi mucho, por ejemplo, en Los Altillos de Brumal. ¿Cuales son sus recursos favoritos al plantear sus cuentos?
Bueno, son recursos que no son exactamente míos, que pertenecen al cuento como género. En el cuento tiene tanta importancia lo que se dice como lo que no se dice. Es más, me parece que cuenta más lo que no se dice. Es un género en el que se parte de varias cosas, y una de ellas es que el lector es inteligente. Es decir, al lector no se le da todo machacado, ni mucho menos, porque el lector de cuentos es un lector activo, que pone de su parte, y si no entiende alguna cosa vuelve al principio.
Ha cambiado en algo su percepción de sus relatos al revisitarlos para la edición de Todos los cuentos?
Me doy cuenta de que hay bastante congruencia y coherencia. Es decir, en cada libro he intentado dar un paso más y eso yo lo veo. Es posible que no se note, porque creo que el reto es montártelo muy complicado y conseguir que no se note. Eso me parece a mí. Yo creo que sí, que hay un avance, y sobre todo algo muy importante que espero que no me ocurra nunca, que es repetirme. Puedo equivocarme, pero siempre estoy buscando nuevos caminos. Sí, en efecto, todo forma parte de un corpus y eso es algo que me dijeron en la misma editorial cuando nos reunimos para hablar de la publicación de Todos los cuentos, que por la coherencia formaban un libro. Es algo que veo, aunque sé que en medio hay muchos años… no recuerdo cuantos… ¿veinticinco? Y en medio están las novelas, pero siempre he tenido el reto de explorar otros caminos y de no repetirme, de no tirar del rollo porque eso sería un rollo para mí misma.
¿Le parece que actualmente, para un autor que empieza, es más difícil publicar relato corto?
¡Como era yo cuando empezaba! Todos empezamos alguna vez. Estoy segura de que no es más difícil. Para empezar hay editoriales especializadas en cuento, como Páginas de Espuma, entre otras. Luego el cuento está mucho más reconocido. Hombre, no es que publicar un primer libro sea muy fácil, pero ahora el cuento está tomando carta de naturaleza y cuando yo lo publiqué en el año ochenta eso no ocurría. Yo era una perfecta desconocida y aunque me decían “está muy bien”, si miro los recortes de prensa de aquella época veo que me paso el día repitiendo hasta la saciedad que el cuento es un género en si mismo. Ahora eso parece completamente absurdo. Y que no es un camino hacia la novela, que una cosa es la novela y otra es el cuento. O sea, que contestando a tu pregunta yo creo que lógicamente sí, que ahora tiene que ser menos difícil, a la fuerza.
¿De donde surge su afinidad hacia lo fantástico?
Es una inclinación que he tenido siempre. Incluso antes de leer. Siempre cuento que tengo una gran deuda con la narración oral porque, bueno, porque crecí en un pueblo rodeada de historias. En mi casa se contaban muchas historias, muchas leyendas, y ahí descubrí, bueno, pues el placer del miedo en las noches de lluvia y todo eso. Incluso Edgar Allan Poe, que siempre me fascinó: la primera vez que llegué a La casa Usher no fue leyendo, fue porque me la contó mi hermano. O sea, que la narración oral fue lo primero que tuve. Pero vamos, estas cosas… ¿porqué a mí me dio por ahí y a mis hermanas, que escuchaban las mismas historias que yo, no? Es más, les producía insomnio.
¿Qué autores actuales de narrativa fantástica le parecen más interesantes?
Pero… ¿fantástico en qué sentido?
En sentido amplio.
De acuerdo, no tienen porqué aparecer elementos sobrenaturales. Pues todos los que está publicando ahora Jacobo Siruela en Atalanta, en la antología que ha hecho. No todos son actuales, hay autores de muchos sitios y de muchas épocas, pero me parecen interesantísimos; es una antología buenísima. Y en España ahora tenemos antologías como la de Roas, o la de Muñoz Rengel en Salto de Página, que dan una medida muy buena y muy exacta de que se está cociendo algo. Luego Iwasaki me gusta muchísimo, Patricia Estebán es muy especial y me gusta mucho… es que están todos muy bien… Roas, la gente de la generación de Roas —empezando por él— están todos muy bien. Además, creo que hay una efervescencia, una cosa que en los tiempos en que yo empecé a publicar no existía, la verdad. Por eso lo contemplo con una gran alegría. Hay otra antología, de Ángeles Encinar en Cátedra, que está muy, muy bien. Es de cuentos, no forzosamente fantásticos, con la gente de la generación de Roas.
¿Cree que estos autores comparten un imaginario?
Bueno, comparten la idea del cuento. O te gusta el cuento o no te gusta. Es un género en si mismo y hay gente que no puede con él y otra que sólo quiere escribir cuentos, como Hipólito G. Navarro, un escritor sevillano que sólo ha escrito cuentos y además ha jurado que nunca escribiría una novela.
¿De cuál de sus relatos se siente más orgullosa?
Vamos a ver… más que orgullosa hay uno que para mí fue importante: Mi hermana Elba, en el primer libro. Para mí, de ese libro, fueron muy importantes Mi hermana Elba y La ventana del jardín, que es el primer relato de todos, aunque sé que no tiene pinta de serlo. Luego quizás ya me iría a mi último libro, Parientes pobres del diablo, el relato que da título al libro, pero sobre todo el primero y el último, que son cuentos un poco largos tipo nouvelle: La fibra azul, ambientado en África, y El moscardón, en el que penetramos en la mente de una señora muy mayor que inventa continuamente historias para que su familia no la meta en una residencia.
¿Qué condiciones tiene que cumplir para usted un buen relato?
En primer lugar, no importa el número de páginas pero desde luego tienen que ser intensas. Y sobre todo, sobre todo, sobre todo, tienen que conseguir que, llegado el punto final, el lector siga pensando.
¿Nos puede explicar que está escribiendo actualmente?
Pues ahora Fernanda Kubbs, este invento mío, mi hermana de tinta, está reposando. Luego continuará La puerta entreabierta pero de momento yo, con mi nombre verdadero, tengo bastante avanzado un libro de cuentos. Y ya no puedo avanzar nada más.
¿Y porqué un seudónimo?
Pues mira, para mí la verosimilitud siempre ha sido muy importante pero de repente, en un momento determinado, quise contar una historia —es una novela, pero una novela llena de cuentos— que empieza con un hecho insólito. Ahora lo puedo explicar porque ya ha salido en todas partes: es una periodista descreída que va a visitar a una adivina porque la envía el jefe de sección del periódico. Va de mala gana. La adivina Krauza Demirovska está frente a la bola de cristal pero no tiene el día, no ve nada, no ve nada, y al final ve… que la periodista se ha quedado prisionera dentro de la bola. Entonces tú me dirás que donde está la verosimilitud. ¡No está! Aquí ya entré directamente en un género fantástico con mayúsculas en el que no quise despistar a mis lectores habituales y prefería iniciar una línea paralela que además me divierte mucho y quiero mantener, pero con mi nombre no podía ser porque rompía las normas o preceptos que yo misma había establecido. Entonces, de repente, tiene muchas cosas de trabajos anteriores pero también una especie de frescura nueva. Es un falso seudónimo, claro, porque tú abres el libro y lo primero que ves es mi foto y pone “Fernanda Kubbs es Cristina Fernández Cubas”. Es un falso seudónimo, pero lo suficiente para que el lector sepa. No es un seudónimo para ocultarme sino para marcar una línea que quiero cultivar pero que va a ser paralela a la de siempre.
¿Cree que las mujeres pueden tener más dificultades para publicar que los hombres?
¿Cómo? ¿En qué países?
Reino Unido, Estados Unidos…
Desconozco qué sucede allí, pero personalmente no he visto nada así. He visto problemas para publicar en un momento en que se publicaba muy poco, especialmente en el caso de los cuentos porque eran vistos con todo tipo de desconfianza. Según se me dijo se vendían muy mal y no nos olvidemos de que para las editoriales las ventas son un argumento de peso. Yo no creo que en España, al menos en las editoriales, ser mujer sea un obstáculo. Quizás en concursos, en Ayuntamientos, en pueblos pequeños… no lo sé… Por mi parte sería falso apelar a un victimismo que no siento. Lo desconozco y además me sorprende mucho, pero eso no quiere decir que no pueda ser verdad en lugares determinados. Quizás algunos lectores hombres tengan prejuicios a la hora de leer a escritoras, eso es posible.