He disfrutado un montón con la primera entrega de la saga La Sociedad de Lundenwich, escrita por Víctor Sellés y dirigida a un público juvenil, aunque es perfectamente disfrutable a cualquier edad.
El escenario de la obra es un trasunto del Londres victoriano con espíritus y magia, con sus toques dickensianos de pobres huérfanos abandonados a su suerte y amenazas del más allá. El autor consigue presentarnos a la vez el mundo en que discurre la narración y los personajes que nos la contarán, en un ejercicio bien compensado de exposición de la información que deja margen para la imaginación del lector. Las explicaciones son sencillas y perfectamente aceptables, sin necesidad de entrar en mucha profundidad.
Aunque el protagonista de la novela es el joven Thomas Blackpole, es cierto que comparte importancia con los otros miembros de la Sociedad de Lundenwich, lo que hace que en los capítulos estén bastante compensadas las apariciones de los personajes y sus acciones. El ritmo y la acción no decaen en ningún momento, cosa que se agradece. No faltan los cadáveres a los postres para estos irregulares de Baker Street espiritistas, pero el autor diluye siempre la violencia para convertir la lectura en un pasatiempo agradable.
Quizá se le note demasiado que es la primera entrega de una saga porque se centra más en la descripción del mundo y en las interacciones entre los personajes que en el propio misterio que se supone que es el hilo conductor de la novela, ya que se resuelve un tanto precipitadamente, pero el dinamismo de la obra y el hecho de que se lee en dos sentadas hace que se puedan omitir estos pequeños detalles.
La verdad, tengo mucha curiosidad por saber más de las andanzas de los jóvenes de la Sociedad de Lundenwich. Sin duda, que cuenten conmigo para el próximo misterio.