La última lectura que logré colar en octubre fue La mirada extraña de Felicidad Martínez. Venía acompañada de buenas recomendaciones, pero por alguna razón no encontraba el momento para leerlo. Craso error.
El libro se compone de cuatro novelas cortas escritas desde el punto de vista de diversas sociedades alienígenas. El despliegue de ideas del que hace gala Felicidad, a pesar de la presencia de referentes bastante claros, es envidiable.
Aquí no tenemos que sufrir la miopía antropomorfizante de un observador humano, lo cual no deja de ser positivo. Pero eso sí, requiere un esfuerzo por parte del lector, ya que no hay ningún tipo de ayuda para situarnos en el escenario en que transcurren los hechos. Por supuesto, también el manejo del lenguaje influye en esta “dificultad” a la hora de entrar en la obra. Pero es una labor que merece la pena.
Hablando del lenguaje, hay un ejemplo que me gustaría destacar, aunque sea solo uno entre muchos. Las especies extraterrestres no hacen uso de herramientas y eso hace que dialoguen de una manera particular. Por ejemplo, cuando requieren información de otro miembro de su especie, utilizan el verbo “desembucha” íntimamente asociado con la digestión, que es la necesidad principal de la mayoría de los seres vivos y por tanto influye en su forma de expresarse. De hecho, el número de palabras asociados con la ingesta de alimentos y su posterior tratamiento es a veces abrumadora.
Un problema que veo en la lectura de La mirada extraña es el orden de lectura. Entiendo que habrá sido una decisión pensada, pero no puede dejar de extrañarme que algunos de los hechos que nos relata Felicidad al final del libro estén situado cronológicamente antes que los demás. Puede que sea un efecto buscado, pero no deja de crear un poco de confusión.
Recomiendo encarecidamente su lectura.