Con Long Live Evil esperaba encontrarme una lectura subversiva, que pusiera por delante al malvado, que diera otro enfoque a la historia. Sin embargo, me he encontrado una novela sobreactuada, previsible y ciertamente aburrida.
La narración comienza con la joven Rae, enferma de cáncer, que en su lecho de muerte recibe la oportunidad de viajar al mundo de fantasía que le leía su hermana durante su larga convalecencia buscando una salvación mágica que parece imposible. Esta primera parte ya es bastante insufrible, pero ni punto de comparación con lo que llegará después. Se puede tratar esta premisa de una manera muchísimo más elegante como Alix E. Harrow en A Spindle Splintered pero es que Harrow rebosa talento.
La excusa que utiliza Sarah Rees Brennan para que Rae se acuerde de unas cosas del mundo y de otras no es que se dormía mientras su hermana le leía, así que puede hacer de pitonisa de Hacendado con sus pronósticos sobre el futuro. Y aquí ya empieza a caer en barrena, porque nos encontramos con un desfile de arquetipos fantásticos tan previsible como aburrido, con unos elogios a la “maldad” directamente risibles y con la mención constante a la “narrativa” que recuerda a Redshirts, pero en peor. ¿Se pueden escribir libros meta? ¡Pues claro! Pero entiendo que hace falta algo más que referencias poco sutiles al Mundo real TM dentro de tu mundo de fantasía para que tu lector entre en el juego.
Además, el humor es entre poco sutil y basto, con constantes referencias al pecho de las candidatas a reina (se me había olvidado mencionar el detalle del harén del rey en espera de que escoja cónyuge entre las “afortunadas”). Me puedo reír de una broma zafia, de dos… pero una detrás de otra pues me acaba cansando.
La labor de Moira Quirk como narradora del audiolibro es loable, pues consigue dar con el tono de desdén y suficiencia justo, pero no consigue arreglar un material que me parece irritante incluso. No lo recomiendo para nada.