Me temo que no he sido muy justa durante la lectura de la nueva obra de Daniel Polansky, porque he tardado muchísimo en acabarla debido a que iba intercalando otras lecturas que me urgían más dentro del caos que es mi Pila de Lectura TM. En parte esto era problema mío, por supuesto, pero en parte también era debido a que la propia obra no me ha atrapado como otras obras del mismo autor sí lo han conseguido.
El caso es que la premisa de March’s End es muy pero que muy atractiva. Nos encontramos ante una fantasía multigeneracional, con portales a otros mundos fantásticos y una familia encargada de salvaguardar los distintos reinos que forman The March. Simultáneamente, esta familia humana deberá mantener su fachada en el mundo real, algo que resulta muy difícil cuando en tus ratos libres eres parte de la aristocracia y recorres mundos fantásticos repartiendo mandobles.
El problema es que las dos realidades que coexisten en el libro de Daniel Polansky están muy descompensadas. Aunque The March es un derroche de imaginación, una muestra constante de la increíble capacidad inventiva del autor, el mundo real es gris, aburrido, monótono y no nos interesa para nada. Entiendo que el objetivo del autor era remarcar ese contraste, pero creo que se ha pasado de frenada.
También he de confesar que a veces resulta un poco confuso no el salto entre mundos, si no los saltos temporales que utiliza Polansky para ir ampliando la información que nos va ofreciendo así como para dotar de mayor profundidad a los personajes, ya que una vez que conoces su trasfondo no los ves con los mismos ojos. Que yo haya leído el libro a matacaballo tampoco favorece la comprensión de estos flashbacks, pues no quiero achacarle toda la responsabilidad al autor.
En definitiva, se trata de una novela que yo quería haber disfrutado más, pero que entre unas cosas y otras no ha conseguido convencerme. Ojalá alguien que lo haya leído de manera más sosegada se ha podido deleitar con él.
Una respuesta a «March’s End»