Para afrontar nuevos retos se hacen imprescindibles ciertos cambios para la humanidad en un futuro cercano. Estos cambios se pueden enmarcar en la corriente del transhumanismo, entendido como la mejora del humano más allá de sus limitaciones actuales.
En este escenario a corto plazo con humanos modificados se sitúan obras tan interesantes como The Bohr Maker, Accelerando o este Nexus, que venía incluido en el Hugo Voter Packet ya que su autor está nominado al Campbell (la categoría más interesante en el conjunto de los premios que se entregan en Loncon).
Nexus es una droga que permite la conexión mente a mente a aquellos que la tomen. Sin entrar en detalle de cómo funciona, la presencia de nanotubos en el cerebro al tomar la versión 3 de Nexus crea la base para que Kade – un estudiante de postgrado idealista – desarrolle un software que le permite controlar sus emociones, su cuerpo y que hace que los efectos de Nexus sean permanentes en él.
La respuesta del gobierno de EEUU a los brotes de otros virus capaces de controlar la voluntad de los infectados y la alarma general provocada por la posibilidad de existencia de humanos mejorados fue la creación de la agencia ERD, una mezcla de CIA y NSA. La ERD inmediatamente se interesa por los resultados obtenidos por Kade y lo chantajea para que espíe a una investigadora china líder en su campo llamada Shu durante un congreso que tendrá lugar en Tailandia. En todo momento estará vigilado por Sam, una agente mejorada que fue víctima en su infancia de uno de los virus anteriormente mencionados.
La trama se complica al más puro estilo thriller “crichtoniano” si me permitís la expresión, con la presencia de monjes budistas, traficantes de estupefacientes, clones y la última tecnología aplicada a la guerra por el control de la información, haciendo de este libro un pasapáginas constante en el que las explosiones, las artes marciales, los cuchillos de grafeno y otras armas forman un cóctel explosivo (nunca mejor dicho).
Pero lo mejor es que todo este oropel de acción sirve a Naam para exponer distintos puntos de vista sobre los humanos mejorados y el proceso que sería necesario para su creación.
Por ejemplo, el punto de vista “a lo homo superior” en el que una élite de mejorados podría controlar a los humanos base mediante su superioridad intelectual y física. Otro enfoque es el de los tradicionalistas que se aferran a la forma antigua de existencia, aterrorizados ante lo que pueda traer el cambio, enzarzándose en una lucha perdida de antemano por evitar la evolución. El mensaje budista de dejar que cada uno tome su camino en la búsqueda del Nirvana, confiando en la bondad intrínseca del hombre, es quizá el preferido por el autor, pero en todo caso se exponen los argumentos de todos los actores implicados en esta pugna.
Me ha recordado en cierto modo las ideas de Cory Doctorow sobre el acceso a la información y la no muy velada crítica al control gubernamental sobre todo lo que parezca “subversivo”, entendiendo subversivo como fuera del control férreo de los políticos.
También hay algunas cosas que chirrían en la trama: la conjunción de todos los personajes importantes o secundarios en el mismo lugar, la resistencia sobrehumana del protagonista que pasa por todo tipo de traumas pero que sobrevive mientras el suelo se siembra de cadáveres a su alrededor. Pero todos los defectos se olvidan en medio del trepidante ritmo de la narración.
Me he quedado con muchas ganas de leer Crux, del mismo autor, lo cual es una buena señal.
Lo último que quiero añadir es que la contienda por el Campbell este año va a ser dura, porque Max Gladstone es un autor que me gusta, pero Ramez es un serio competidor. Espero leer pronto algo de los demás nominados.
Este post se publicó originalmente en Fantástica Ficción.