Me siento a escribir esta reseña con sentimientos encontrados, ya que aunque las ideas de las que hace gala Zachary Jernigan son muy llamativas y su prosa está trabajada hasta extremos insospechados, me parece que en esta su primera novela peca un poco de ambición (quizá el mejor pecado para un escritor), y desea abarcar tanto que acaba sufriendo problemas de ritmo, desembocando en un final abrupto.
La historia tiene dos líneas con protagonistas claros, quizá destinadas a encontrarse en algún momento futuro de la acción pero sin interacción clara entre ellas.
Por una parte, se va a celebrar un torneo de lucha entres las distintas facciones religiosas que pueblan el mundo (divididas principalmente en Adrashi, a favor del dios Adrash; y Anadrashi, en contra) y vemos como tres personajes (Vedas, Berun y Churl) de origen muy distinto y motivaciones aún más variopintas aúnan sus fuerzas para el largo viaje que les queda por delante hasta llegar al lugar del torneo (no me digáis que no os recuerda a Goku y su torneo de artes marciales porque no me lo creo). Los combates están recreados en toda su crueldad, rozando a veces el gore, algo que también está presente en las escenas, muy explícitas; de sexo.
Por otra parte, asistimos a las luchas de poder entre los magos de la Universidad, cuyas capacidades les permiten viajar al espacio y sobrevivir en el vacío en su búsqueda de conocimiento sobre el dios Adrash, que habita en este medio.
Zachary Jernigan pone sobre la mesa temas muy controvertidos como las creencias religiosas y el sexo de una forma deshinibida y atractiva. Define el sistema monetario basándose en el intercambio de partes del cuerpo de los antiguos habitantes del planeta, ya que poseen propiedades mágicas. Existen incluso constructos con capacidad de raciocinio, una suerte de robots programables recargables mediante energía solar. El libro por tanto es una mezcla de elementos fantásticos y de ciencia ficción que puede recordar a “Illium” de Dan Simmons o aviso spoiler la tetralogía de “La espada de fuego” de Javier Negrete.
Este despliegue de ideas y temáticas resulta apasionante, al mismo nivel que la historia que se desarrolla en ambos hilos, pero el problema está en el ritmo. Un relato de viajes ha de verse salpicado forzosamente de anécdotas o pequeñas aventuras para no caer en la repetición, y aunque el autor lo intenta, no consigue que todo el desplazamiento resulte igual de interesante. La historia de los magos sí que está más equilibrada y la existencia de conspiraciones dentro de conspiraciones hace que sea de lo más adictivo del libro.
Sin embargo, el mayor escollo con el que nos encontramos es un final abierto, que podría ser bienvenido si se tratase de una serie de novelas, pero que con un epílogo poco claro deja abiertas más incógnitas de las que resuelve y nos hace ver que quizá todo lo que hemos vivido con los personajes no es sino un pequeño esbozo de la crisis que se avecina. ¿Se cumplirán las expectativas? Tendremos que esperar a la siguiente entrega.
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