Contenidos de The best of Gregory Benford

The_Best_of_Gregory_BenfordSubterranean Press ha publicado la que será tabla de contenidos de The best of Gregory Benford, que se publicará en julio de este año.

Estos son los relatos, en orden de publicación:

  • Nobody Lives on Burton Street (1970)
  • Doing Lennon (1975)
  • White Creatures (1975)
  • In Alien Flesh (1978)
  • Redeemer (1979)
  • Dark Sanctuary (1979)
  • Time Shards (1979)
  • Exposures (1981)
  • Relativistic Effects (1982)
  • Of Space/Time and the River (1985)
  • Time’s Rub (1985)
  • Freezeframe (1986)
  • Proselytes (1988)
  • Matter’s End (1989)
  • Mozart on Morphine (1989)
  • Centigrade 233 (1990)
  • World Vast, World Various (1992)
  • In the Dark Backward (1993)
  • A Desperate Calculus (1995)
  • Zoomers (1996)
  • The Voice (1997)
  • Slow Symphonies of Mass and Time (1998)
  • A Dance to Strange Musics (1998)
  • Anomalies (2001)
  • Comes The Evolution (2001)
  • Twenty-Two Centimeters (2004)
  • A Life with a Semisent (2005)
  • Applied Mathematical Theology (2006)
  • Bow Shock (2006)
  • Reasons Not to Publish (2007)
  • The Champagne Award (2008)
  • Penumbra (2010)
  • Gravity’s Whispers (2010)
  • Mercies (2011)
  • Grace Immaculate (2011)
  • Eagle (2011)
  • The Sigma Structure Symphony (2012)
  • Backscatter (2013)
  • Afterword

Fearsome magics

fearsomeCon el buen sabor de boca que me había dejado Reach for infinity, decidí seguir dejándome guiar por Jonathan Strahan y sus recopilaciones, aunque esta vez en el terreno de la fantasía.

“The Dun Letter” de Christopher Rowe

Típica historia de hadas que vienen a reclamar sus derechos. Un comienzo de antología un tanto trillado.

“Home is the Haunter” de Garth Nix

Entretenido aunque no muy original, este relato mágico sobre un pequeño episodio dentro de una misión mayor, cumple su función pero no deja ninguna impresión duradera.

“Grigori’s Solution” de Isobelle Carmody

Aunque la premisa es interesante (una ecuación cuya resolución puede traer el fin del mundo) el desarrollo es melancólico a la vez que poco sentimental. Un poco traído por los pelos en una antología sobre magia.

“Dream London Hospital” de Tony Ballantyne

Extraño e inquietante relato, que la única sensación que me ha provocado es desagrado. No tenía mucho interés en leer Dream London, pero ahora no tengo ninguno.

“Safe House” de K J Parker

Gran relato con un planteamiento original y un desenlace muy adecuado. Las digresiones del discípulo protagonista aderezan la narración y le dan un ritmo envidiable. Merece la pena leerlo.

“Hey, Presto!” de Ellen Klage

Entrañable historia de una relación paterno filial en la que la magia y el ilusionismo empiezan a jugar un papel importante.

“The Changeling” de James Bradley

Inquietante relato que no versa sobre la magia, si no sobre la soledad y las distintas formas de enfrentarse a ella. Demasiado cruel para mi gusto.

“Migration” de Karin Tidbeck

A pesar de haber asistido a una charla sobre el proceso de creación de este relato, sigo sin entender la historia. Demasiado weird para mí.

“On Skybolt Mountain” de Justina Robson

Me temo que a esta historia le falta un contexto, parece hecha de retazos de otras historias.

“Where Our Edges Lie” de Nina Kiriki Hoffman

Curiosa historia sobre hermanas gemelas que se distancian. Me ha parecido emotivo, y el final es desgarrador.

“Devil’s Bridge” de Frances Hardinge

Estupendo relato. Aunque es muy corto, aprovecha cada palabra para presentar un mundo muy interesante en el que la protagonista puede crear puentes a cualquier lugar… por un precio.

“The Nursery Corner” de Kaaron Warren

Este cuento se podría enmarcar más dentro del terror que de la fantasía, tanto por la localización (una residencia de ancianos) como por los personajes y la trama. No ha sido de mi agrado.

“Aberration” de Genevieve Valentine

Otro relato extraño, que nos muestra a la protagonista con capacidades de viajar en el tiempo merced a una extraña roca. Pero lo que busca no es otra cosa que tranquilidad. Demasiado weird para mí.

“Ice in the Bedroom” de Robert Shearman

Último relato de una antología que definitivamente no es para mí. La mezcla de terror e infierno helado puede parecer interesante a priori, pero no le veo sentido.

Aunque algunos relatos se salvan, no puedo recomendar esta antología que sin duda hará las delicias de otro público con gustos distintos a los míos.

The disappeared

The-Disappeared-ebook-cover-web-200x300El comienzo de este libro fue tan parecido a un telefilme de los de Antena 3 en la sobremesa de los fines de semana que a punto estuve de dejarlo de lado. La ausencia de otra cosa que leer en ese momento hizo que siguiera con The disappeared, de la premiada  escritora Kristine Kathryn Rusch.

La premisa de The disappeared es muy curiosa. En un mundo futuro, las relaciones con otras razas alienígenas están a la orden del día, y existe una ley interestelar para dirimir los problemas que puedan surgir. Aunque para nosotros sea inconcebible, otros seres consideran un castigo justo para un acto criminal quitar la custodia del primogénito del culpable. Como quien hace la ley hace la trampa, también existen unos servicios especiales que permiten a los culpables “desaparecer”, en plan protección de testigos pero a mayor escala.

Sin embargo este escenario, que podría parecer prometedor, se desdibuja mucho cuando seguimos con el hilo de la historia. Una pareja de policías se encuentra de repente con tres casos aparentemente inconexos pero que parecen implicar a personas que han utilizado estos servicios. Las tres razas alienígenes presentadas tratan de distinta forma a los que quebrantan sus leyes, pero aparte de esto y de otros datos accesorios como su tratamiento de lo que es  la verdad, están poco desarrolladas. Casi parecen intercambiables.

Hay poca ciencia ficción en esta historia, solo el escenario (colonias en la Luna) y la necesaria presencia de los extraterrestres. Se trata más bien de un procedimental entre lo policial y la abogacía, y como tal, tampoco sobresale. Indudablemente está escrita con oficio y le valió a su autora un premio Endeavour, pero no tengo gran interés en seguir con la serie Retrieval Artist, que ya va por su décima entrega.

Larry Niven nombrado Damon Knight Memorial Grand Master

sfwaLa SFWA (Science Fiction Writers of America) ha hecho público que Larry Niven ha sido nombrado SFWA Damon Knight Memorial Grand Master y Jeffry Dwight el premio 2015 Kevin O’Donnell Jr. Service to SFWA.

Ambos galardones se entregarán en Chicago en la entrega anual de los premios Nebula.

Nuevo Bundle post-apocalíptico

Está disponible la nueva oferta de Humble Bundle, en esta ocasión de libros post-apocalípticos.

La oferta básica contiene:

A gift upon the shore de M.K. Wren

Wasteland Vol.1 (comic)

After the end :  Recent Apocalypses editado por Paula Guran

Gather, Darkness! de Fritz Lieber

Lightspeed Magazine, Julio 2010 y Marzo 2013

Defiance (videojuego)

Wool de Hugh Howey

Si se paga más de 15 dólares:

The end is nigh editado por Hugh Howey y John Joseph Adams

Parable of the sower de Octavia Butler

The strain Vol.1 (cómic)

Si se paga más de la media:

Futureland de Walter Mosley

After the fall, before the fall, during the fall de Nancy Kress

The massive Vol.1 (cómic)

DayBreak de Brian Ralph

The wild shore de Kim Stanley Robinson

Damnation Alley de Roger Zelazny

Truth and Fear

Higgins-Truth&Fear_thumb[2]Con lo que me gustó Wolfhound century y teniéndolo en mi casa desde agosto, no tiene perdón que haya tardado tanto en leer Truth and fear, el segundo libro de Peter Higgins situado en una Rusia que no es tal.

La acción continúa inmediatamente después del final del primer libro, que la verdad fue algo abrupto. Lom y Maroussia vuelven a Mirgorod para buscar el Pollandore y volver a enfrentarse a Chazia y Kantor.

El tono de la narración es incluso más oscuro que el anterior. Tiene algunas escenas realmente impactantes, aún más terribles por la verosimilitud con que están narradas.

El claro paralelismo entre los asedios a Mirgorod y a Stalingrado permite Higgins mostrar un compendio de los horrores de la guerra. La escena en la que una madre vuelve a casa para encontrar los restos calcinados de su vida es simplemente desgarradora, pero hay más. Muchas más. La política de pelear por cada palmo de terreno, empapándolo de la sangre de los civiles es llevada aquí a su máxima expresión. Imaginad cómo debía ser cavar trincheras CON LAS MANOS en pleno invierno.

Aún así, esta lucha es solo uno de los hilos que forman el tapiz de la historia. Las investigaciones secretas en una recóndita isla del Vlast se tornarán decisivas para el desarrollo de la guerra con el Archipelago, a semejanza de las llevadas a cabo en Los Álamos pero con un claro elemento diferenciador: el uso de los restos de ángeles caídos.

La intriga política subyacente en la narración se va desvelando poco a poco, cada personaje va luchando por su propia agenda secreta y solo nosotros, espectadores privilegiados, podemos ver hacia dónde dirigen sus pasos los protagonistas.

También aparece un nuevo personaje cuya presentación en las primeras páginas del libro ya da idea de cuán importante va a ser en el desarrollo de la historia. Antoninu Florian observa la ciudad que ha visto crecer en sus siglos de vida.

La prosa de Peter Higgins es hermosa, con palabras duras cuando son necesarias y suaves para describir los momentos de menor tensión. Utiliza bastantes adjetivos, algo que en vez de ralentizar el ritmo de lectura lo dota de una cadencia casi musical. Estoy francamente impresionada por el lenguaje y las estructuras utilizadas.

El fallo que le veo a la novela es, de nuevo, un final brusco (aunque no tanto como Wolfhound Century), inmisericorde con el lector, que ve cómo se agotan las páginas y no tiene claro que se vayan a resolver todas las tramas (algo que no sucede) y que deja con muchas, pero que muchas ganas de leer Radiant State, algo para lo que solo falta un mes.

Extracto de All that outer space allows

Para ir abriendo boca mientras esperamos la publicación de All that outer space allows, Ian Sales nos ha concedido permiso para publicar un pequeño extracto de la que será última entrega de su excelente Apollo Quartet. Aquí lo tenéis:

Walden says nothing about the physical at Brooks AFB or, months later, the interviews at the Rice Hotel in Houston; but for a week after his last trip to Texas he swaggers more than usual. Ginny knows this unshakeable confidence is as much a coping mechanism as will be, should he fail, his subsequent realisation he doesn’t really want it anyway. But she hopes he succeeds, she wishes she could go into space herself. But she knows that, at this time, it’s an occupation reserved for men— no, more than that: reserved for men of Walden’s particular stripe, jet fighter pilots and test pilots. She calls him “my spaceman” one night, it just slips out she is reading the latest issue of If, there’s a good novella in it by Miriam Allen deFord, and Ginny’s head is full of spaceships and spaceship captains; but Walden turns suddenly cold and gives her his thousand-yard stare. He starts to explain the competition is fierce, he won’t know how he’s done until he hears from NASA… but he breaks off, scrambles out of bed and stalks from the room.

Ginny puts the magazine on the bedside table, but her hand is shaking. She sits silently, her hands in her lap, and waits. He does not return. Fifteen minutes later and he’s still not back, so she rearranges her pillows, makes herself comfortable beneath the sheets, and reaches out and turns off the bedside lamp. She has no idea what time it is when he eventually slides into bed beside her, waking her, and whispers, Sorry, hon. She rolls over, closes her eyes and tries to re-enter the vale of sleep, where marriages are blissful, life itself is blissful, and she is as famous as Catherine Moore or Leigh Brackett.

They wake at 0430, the shrill ring of the alarm dragging them both from sleep. While Walden goes for a shower, she wraps herself in a housecoat and heads for the kitchen. There is breakfast to prepare—coffee to roast, bread to toast, eggs to fry, bacon, beans and hash browns. She does this every day, sees off her man with a full stomach and a steady heart. Here he is now, crisp and freshly-laundered in his tan uniform, hungry for the day ahead. He takes his seat, she pours him juice and coffee, slides his plate before him, and then sits across the table and watches him eat as she sips from a cup of coffee. She should be getting up before him, making herself ready, dressed and made up, to greet him when he awakes—but countless past arguments have won her the right to make his breakfast and see him off to work without having to do so. The housecoat is enough.

They kiss goodbye at the door, and he strides off to the Chevrolet Impala Coupe in the carport. Though she wants to go back to bed, there is too much to do, there is always too much to do.

After clearing up the breakfast things, she makes herself another coffee and settles down to catch up with her magazines, she is a couple of issues behind with Fantastic, and this issue, the last of 1965, features a novella by Zenna Henderson and stories by Doris Pitkin Buck, Kate Wilhelm and Josephine Saxton.

Later, she will get dressed—and she will dress for comfort, not for appearance’s sake—and she will get out the Hermes Baby and she will work on her latest story. She made the decision years before to incorporate elements of her own life—and, suitably disguised, Walden’s—into her science fiction, so she feels no need to visit libraries or book stores for research. She has a stack of issues of Fantastic Universe, If, Amazing Stories, Galaxy, World of Tomorrow in a closet—they are all the research material she needs. Galaxy, for example, runs a science column by astronomer Cecelia Payne-Gaposchkin; Amazing Stories has featured science columns by June Lurie and Faye Beslow since the 1940s. Walden, of course, has a library of aeronautics and engineering texts in the bedroom he uses as a den, and Ginny has on occasion paged through them—not that Walden knows: his den is for him alone and she allows him the illusion of its sanctity; naturally, it never occurs to him to wonder how the room remains clean.

Ginny is feeling lazy today. She likes to think she has an excellent work ethic when it comes to her writing, but some days she finds it hard to muster the enthusiasm to bang on the keys of her typewriter. Especially when she has just read something she thinks she can never approach in quality—and that, she sadly realises, is true of the Saxton story in the magazine she is holding. Josephine Saxton is a new writer, from England, and this is her debut in print. Ginny only wishes her first published story, just four years ago in Fantastic, had been as good.

The blow to her confidence decides her: she will leave her current work in progress until tomorrow; today she will catch up on her correspondence, she owes letters to Ursula, Judith and Doris, and she really ought to fire off a missive to Cele with her thoughts on the issue she has just read…

After she has showered and dressed in slacks and shirt, she finds herself outside on the patio, gazing east across the roofs of Wherry Housing toward the Air Force Base and Rogers Dry Lake, and beyond it the high desert stretching to the horizon, where the Calico Mountains dance in the pastel haze of distance. As she watches, a jet fighter powers up from one of the runways and though it is more than a mile and a half from her, she can tell from its delta wing it is a F-102 or F-106. Its throaty roar crowds the cloisonné sky, there’s a quick flash of mirror-bright aluminum as the aircraft banks, and then the fighter seems to fade from view as it flies away from her. She wonders if it is Walden in the cockpit, she has no idea what he does from day to day once he enters the base; officially, he is a research test pilot in the Fighter Test Group, but she does not know what he researches, which fighters he test pilots. Not the North American X-15, she knows that much, an aircraft which intrigues her because it is also a spaceship—it has flown more than fifty miles above the Earth, right at the edge of space, at over 4,000 miles per hour. And it even looks like a spaceship, like a rocket, as much at home in vacuum as it is in atmosphere. She would like to know more about the X-15 but it’s a sensitive subject in the house. Walden has tried to get on the program but has been refused, and he wears the refusal badly. Perhaps that’s why he was so keen to apply to become an astronaut.

Ginny is a California girl, a real one, born and bred in San Diego in Southern California, not one of those “dolls by a palm tree in the sand” from that song on the radio. She has history in this landscape of deserts and canyons and mesas, though she grew up beside the limitless plain of the Pacific. Here in the Mojave she is hemmed in by mountains, they encircle her world, her flat and arid world, where the small towns are so far apart they might as well belong to their own individual Earths. Standing here, gazing in the direction of Arizona, she finds it easy to believe Edwards is the only human place in the world, a lonely oasis of civilisation—and she knows her husband thinks of it as a technological haven in a world held back from the best science and engineering can offer by the short-sightedness of others. To some degree, she thinks he may be right. But she is also a housewife, and she lives in a world in which bed linen must be changed, clothes laundered, meals cooked and checkbooks balanced. She envies Walden his freedom to ignore all that—he can have his “life in the woods”, but only because she manages his world.

And now she really must get on with her letter-writing… although the lawn looks like it needs mowing and the end of the yard is beginning to look a little untidy…

La fecha prevista de publicación es en abril, así que… ¡ya queda menos!

The Fade Out Volumen 1

thefadeoutEd Brubaker. El nombre de este guionista por sí solo es capaz de llamar la atención mi atención sobre un tebeo, después de leer las excelentes entregas de Criminal. Así que cuando tuve la oportunidad de echar un vistazo a The fade out, no la dejé escapar.

El título en cuestión se trata de una colaboración muy ambiciosa entre el guionista y el dibujante Sean Phillips, el mismo equipo creativo de Fatale, por ejemplo. Este tándem se conoce tan bien que el dibujo y la historia se complementan perfectamente.

La narración se sitúa en Hollywood en el año 1948. La segunda guerra mundial ha terminado, pero indudablemente ha dejado huella en todos aquellos que se vieron envueltos en el mayor conflicto bélico de la historia. El glamour de las grandes producciones de la época no es si no una pantalla de humo, que esconde las miserias de una industria que juega con los sueños de las personas.

El protagonista es Charlie Parish, guionista de películas que amanece un día con el cadáver de una actriz a su lado. En lugar de denunciar el hecho y exponerse a la investigación criminal subsecuente, elimina todo rastro suyo en la escena del crimen y sale huyendo. Cuál no será su sorpresa al descubrir que la prensa habla de suicidio. Charlie no ha sido el único en destruir pruebas. Sus actos sirven a Brubaker como excusa para mostrar la vida en la posguerra en la meca del cine.

En el aspecto gráfico, Phillips utiliza los más variados recursos para ambientar la historia. Desde la reproducción increíblemente realista de personajes de la época como Clark Gable al uso de alegóricas figuras sin rostros para escenificar la amnesia, sin olvidar las volutas de humo que aparecen en prácticamente todas las escenas y que crean una atmósfera asfixiante, acorde a la trama.

Por ambientación y desarrollo The Fade Out se circunscribe inevitablemente en el género noir. Y explota inmisericorde los clichés propios de este estilo, con intención de revitalizarlos. Pero me temo que se queda a medio camino, porque la historia recuerda demasiado a otras, como el videojuego L.A. Noire o la película L.A. Confidential.