Sigo con cierto interés la serie de Peter McLean War for the Rose Throne, que, ilusa de mí, pensaba que era una trilogía. Pero tras leer la tercera entrega me ha quedado claro que no es así y ya veremos si la historia acaba con el siguiente libro.
El narrador sigue siendo el mismo Tomas Piety al que conocimos cuando volvía de la guerra, pero que ahora ha ido escalando socialmente hasta llegar a un puesto inimaginable con sus humildes orígenes. Sin embargo, estos cambios no han sido necesariamente para mejor, ya que como se verá a lo largo del libro el poder y la corrupción van siempre de la mano y eso es algo que no se puede evitar.
De nuevo cambiamos de escenario, esta vez casi todo el libro ocurre en la capital del reino, donde se acumula todo el poder y también prácticamente la mayoría de las conspiraciones. El detonador de la historia será la muerte de la reina, que aunque se está manteniendo en secreto pronto se tendrá que hacer pública, por lo que todos los miembros de los Hombres de la Reina, una policía secreta a la que Tomas pertenece, deberán recibir instrucciones en la propia ciudad.
La presencia de la magia es casi testimonial en la novela, aunque tiene su importancia sobre todo en el clímax final, siendo esta más una historia de purgas y luchas por el poder que de fantasía clásica. Desde el principio el autor se encarga de quitarnos el velo de glamour que las labores de espionaje pudieran tener para nosotros, deviniendo en una constante de violencia y terror, de imponer el plan de ruta marcado por la Eminencia Gris de la organización para “mantener el status quo” mientras en realidad no hace si no consolidar su propio poder. En ningún momento podemos engañarnos y pensar que Tomas es buena persona, pero sí que tenía cierta brújula moral con la que afrontaba las situaciones que ahora parece totalmente inexistente.
El tono de la novela y el vocabulario usado se ajusta perfectamente a como nos imaginaríamos que hablara una persona sin estudios que ha aprendido en la “Universidad de la vida”, aunque no se puede negar que la astucia del protagonista y su experiencia le permiten salir de ciertas situaciones que podrían haberse convertido en trampas mortales. Se trata de un libro oscuro y pesimista, que se podría incluso considerar de transición ya que no se habla nada de la guerra en ciernes que parecía inminente en la conclusión de Priest of Bones, pero que resulta satisfactorio tanto en su desarrollo como en su ejecución.
Esperemos que Priest of Crowns, previsto para el año que viene, consiga mantener el nivel.