Priest of Lies es una continuación perfecta de Priest of Bones, ya que sigue el mismo camino ya trazado por el autor en la primera entrega de la serie, pero aprovechando para ampliar tanto el escenario como el número de personajes y su profundidad.
Los recursos que utiliza Peter McLean para esta novela siguen siendo una primera persona muy creíble, en la narración de Thomas Piety, líder mafioso de la ciudad de Ellinburg. Se siguen tratando temas como los problemas mentales de los supervivientes de la guerra, pero en lo que más se ahonda es en la trama de espionaje y luchas de poder, cosa que me parece muy acertada. También conoceremos algo más del pasado de algunos personajes que no habían recibido la atención del autor antes, probablemente por falta de espacio. Aunque la construcción del mundo es bastante clásica, no por ello deja de ser atractiva.
Lo que resulta todo un acierto es la forma en que el autor utiliza los primeros capítulos para recordarnos lo acontecido en la novela anterior, sin tener que recurrir a un resumen, integrándolo de forma muy adecuada en la propia narración. El Dramatis Personae también ayuda, claro, pero realmente lo he consultado muy poco una vez que la lectura iba a avanzando, porque los nombres y los personajes son los suficientemente únicos como para distinguirlos unos de otros.
Uno de los problemas de esta primera persona tan acentuada son ciertas repeticiones en la forma de hablar, algo típico en el relato de una sola persona ya que todos tenemos muletillas. Sin embargo, creo que se podría haber suavizado este extremo, que en ocasiones resulta cansino.
Como novedad respecto a Priest of Bones durante una serie de capítulos cambiamos de escenario hasta la capital del reino. En este momento las intrigas cortesanas comienzan a tomar mayor relevancia y aparece un personaje que sin duda resultará muy relevante en el siguiente libro, una suerte de Eminencia Gris al que me gustaría se hubieran dedicado más páginas.
Aparte de estas tramas más políticas, las luchas de poder entre las bandas rivales también tienen un componente de violencia desatada muy en la línea con lo que se espera de unos mafiosos que luchas por controlar las calles de la ciudad. McLean no duda en representar esa crueldad inherente a la guerra sucia e incluso se regodea en ello, con el castigo a una traición relatado pormenorizadamente, por ejemplo.
Me gustaría hacer referencia al tratamiento de las relaciones homosexuales, de forma natural e incluso respetuosa, aceptada por todo los personajes.
Siento verdadera curiosidad por la siguiente entrega de esta serie y espero leerla cuando esté disponible.