Me alegra mucho anunciar hoy que volvemos a tener como colaborador a Antonio Díaz, con una reseña sobre una obra de un autor del que es gran conocedor, Tim Pratt. Sin más dilación os dejo con sus palabras.
Ya ha llovido desde que leí Doors of Sleep, la primera parte de la duología Journals of Zaxony Delatree de Tim Pratt. Pero desgraciadamente también tengo que admitir que ha pasado bastante tiempo desde que leí su conclusión, Prison of Sleep, de la que vengo a hablaros hoy.
Doors of Sleep acaba en un tremendo cliffhanger donde el protagonista tiene un encuentro totalmente inesperado, en un lugar que en teoría no podría haber nadie,buscando epatar al lector con mayor o menor éxito. Revisando mi reseña anterior ya he visto que no me terminó de convencer ese final tan apresurado, cosa que resume mi opinión sobre esta segunda parte.
En Prison of Sleep, este encuentro tan inesperado da respuesta a algunas de las grandes preguntas de la saga, como el origen de los saltos dimensionales y las razones de la existencia de Zax y de otros como él. Esas otras personas con las mismas capacidades que Zax están organizados y de sus intenciones baste decir que no son buenas y que deben ser detenidos.
El estilo de esta segunda parte cambia de “novela de aventuras de corte buenrollero a “novela de espionaje y planificación militar”. Es un cambio que no le sienta bien. Lo refrescante y ligero de Doors of Sleep se pierde entre diálogos farragosos con los diferentes personajes planeando y preparándose para el inminente conflicto. Las descripciones de los nuevos universos se difuminan con escenas de espionaje más bien descafeinado y la progresiva y banal explicación del núcleo de los misterios de las novelas. No deja de ser una pena porque la imaginación desbordada de Pratt para imaginar diferentes universos (ríete tú de las puertas de Wayward Children) queda en un segundo plano.
Para más inri, uno de los principales atractivos de la novela original, que era el propio Zax (amable, bienintencionado) desaparece durante buena parte de esta segunda entrega, siendo sustituido por los secundarios, que no resultan tan atractivos como narradores como lo eran como acompañantes.
Ya no hay nuevos secundarios ingeniosamente diseñados y los que hay resultan demasiado poderosos. Me he dado cuenta de que este es uno de los grandes defectos de Pratt como escritor. Recientemente tiene la tendencia de incluir personajes cuyas capacidades son demasiado avanzadas o elevadas como para que un conflicto normal suponga un desafío. Los enfrentamientos se resuelven prácticamente en un par de páginas donde derrotan o son derrotados en pocas líneas. Me falta la tensión de un conflicto más ajustado donde la planificación, la suerte o la determinación sea lo que determine un resultado u otro.
Como parte positiva si que cabe señalar que el estilo de Pratt es ligero, las páginas se pasan solas y sigue siendo lo suficientemente entretenido como para no dejarlo apartado aunque no te esté fascinando lo que estás leyendo. Me leí la novela en tan solo dos o tres días y casi “sin querer”.
Ayuda, por supuesto, que la novela sea muy breve, menos de 300 páginas, y deja un poso igual de breve. Se convierte en una lectura de verano, sin complicaciones y sin aspiraciones particulares.
Supongo que una de las razones por las que no me he enfrentado antes a esta reseña es porque no tenía nada demasiado positivo que añadir. Creo que la obra en general habría quedado mejor parada si se hubiera dejado más misterios sin revelar y hubiera quedado la vida de Zax inconclusa, vagando de universo en universo como si el protagonista de Quantum Leap se tratase. Quizá dejarlo en la primera parte, cambiando algo el final para dejarlo como novela autoconclusiva habría sido un desenlace mucho mejor.