Lentamente, siempre muy lentamente, estoy intentando ponerme al día con lecturas de autores que me encantan pero en los que tengo inexplicables lagunas. Uno de ellos es Alastair Reynolds, así que me dispuse a leer una novela que no podía venir mejor recomendada (si Elías te dice que leas algo, más te vale hacer hueco para hacerlo).
Al acabar la lectura de Pushing ice he tenido que dejar un tiempo para reflexionar sobre la extensísima escala de tiempo con la que juega el autor. Aunque la historia de los protagonistas se desarrolla en un espacio de tiempo asequible aún siendo largo, las velocidades de viaje cercanas a la luz hacen que varíe espectacularmente el alcance de la novela. Digamos que deja a Seveneves en una cenita frugal comparada con el banquete de Obélix en Las Doce Pruebas (con sus tostaditas).
La novela sigue el esquema típico de exploración de un objeto alienígena con el que de repente se encuentran los humanos (¿he oido Blindsight o Cita con Rama?). La especulación sobre este objeto y sus características es uno de los grandes atractivos de Pushing ice, ya que Reynolds utiliza todo su conocimiento y sus años de trabajo en la ESA para mostrarnos ciencia de muy alto nivel. Además, consigue hacerlo de una forma entretenida e incluso me atrevería a decir que instructiva.
No obstante, si todo fuera ciencia y más ciencia nos encontraríamos ante algo más parecido a un ensayo que a una space opera. Nada más lejos de la realidad. Al fin y al cabo los personajes son humanos y se comportan como tales.
Resulta especialmente singular que los dos personajes con más peso en toda la historia sean mujeres. Mujeres fuertes, con grandes capacidades pero creíbles y con debilidades que las hacen aún más humanas a mis ojos. Una lucha de poderes siempre en busca del bien común, anteponiendo las necesidades del grupo a las propias, pero con distintos puntos de vista que las lleva a enfrentarse de forma enconada.
También se puede describir Pushing ice como una novela de primer contacto aunque este aspecto es menos explorado en la narración.
Por todo este desarrollo, resulta aún más espectacular el final de la historia, que Reynolds deja abierto pero que funciona perfectamente como novela única. Una lectura más que recomendable.