Rosewater es una novela compleja, que bebe de muchísimas fuentes pero que aún así consigue conjugar todas estas influencias en un todo coherente y atractivo. También debido a esta multiplicidad de características es difícil de resumir.
La novela está situada en Nigeria, algo que de por sí ya supone un cambio de emplazamiento de lo que ya estamos acostumbrados a algo más exótico (aunque hayamos leído a Nnedi Okorafor, no es un lugar demasiado explorado). La narración está situada en un futuro cercano, pero el mundo es radicalmente diferente en algunos aspectos tras los primeros contactos con alienígenas mientras que en otros la historia sigue su curso aparentemente inalterable. Es un libro que está inextricablemente ligado a su localización geográfica, con las consideraciones religiosas pertinentes en un entorno nigeriano pero también con una dualidad colonialismo-invasión extraterrestre que me ha resultado fascinante.
Tade Thompson nos presenta dos líneas temporales, una situada en el presente del protagonista y otra en el pasado que va dando saltos desgranando sucesos que se atisban en la trama principal pero que no se comprenden en su totalidad hasta que reciben el foco por completo. Este vaivén entre líneas me provoca algunas reservas respecto a la novela porque en ocasiones rompe el ritmo, aunque no se me ocurre de qué otra forma se podría haber articulado el acceso a esta información.
Uno de los pilares fundamentales sobre los que se vertebra la novela es la capacidad telepática del protagonista y de otros personajes, con una explicación “científica” y verosímil hasta cierto punto. Otros aspectos de la novela frisan lo fantástico, pero intentando respetar el aspecto tecnológico de la ciencia futura.
Para mí, la lectura ha resultado apasionante y sugerente. Por si todo esto fuera poco, Rosewater tiene una frase final de esas demoledoras al estilo de Los genocidas que culmina un trabajo excelente.
Rosewater se va a publicar en español como Rosalera de la mano de Runas con traducción de Raúl García Campos.