Cuando se anunciaron los nominados a los premios Hugo el plantel de novelas me pareció decepcionante. Ancillary Justice ya lo había leído, y el resto no me llamaba mucho la atención, a excepción de Neptune’s Brood de Charlie Stross. Aunque supuestamente era de lectura independiente, he preferido leer antes Saturn’s Children.
No sé si llamar a Saturn’s Children homenaje o burla a la etapa tardía de Heinlein en la que escribía bajo los efectos de una enfermedad cerebral, donde las referencias sexuales se hacían cada vez más explícitas. El caso es que en Saturn’s Children el sexo es el puntal sobre el que se estructura toda la sociedad, lo que no deja de ser curioso, ya que los humanos no existen.
Un momento, ¿no hay humanos? ¿Qué sociedad es ésta? El escenario de la novela es un sistema solar colonizado al estilo de 2312 pero los habitantes son los robots que crearon los humanos antes de extinguirse. Estos robots, sujetos a una variación de las leyes de Asimov, siguen con su vida en una especie de sociedad feudal donde los individuos con menos capacidades empáticas esclavizan a los otros. Esta idea es interesante, los robots siguen estando subyugados aunque ya no existan los humanos. También es muy buena la idea de las estirpes de máquinas, ya que de una matriz se pueden crear más y más robots con las mismas características pero cada uno con su propia personalidad. Como la base es la misma, entre hermanos se pueden compartir chips de personalidad y recuerdos.
El comienzo es prometedor, Stross tiene una prosa muy ágil y divertida que consigue arrancar más de una sonrisa, e incluso alguna carcajada al lector. La protagonista, Freya, es una robot sexual creada después de la desaparición del hombre, lo que da un nuevo sentido al término “obsoleto”. Pero no hay problema, ya que el resto de los autómatas tienen todo el equipamiento necesario para compensar esta ausencia. Al principio resulta curiosa y llamativa la importancia del sexo en toda la sociedad robótica (hasta su traje espacial aprovecha la ocasión para tener relaciones con ella) pero luego llega a cansar.
Y éste es el principal escollo de la novela, que llega a resultar repetitiva en su obsesión por las relaciones sexuales como motor de la narración, dejando en un segundo plano una trama de espionaje que podría haber dado más de sí. Además, conforme va avanzando la narración va perdiendo fuelle y lo que debería ser el clímax final se queda en agua de borrajas. Stross quiere llevar tantos hilos por delante, respetando la dilación temporal de los viajes en distancias astronómicas que al final se embarulla y nos confunde. Espero que Neptune’s Brood sea mejor.