Con The Infinite se acaba una de las sagas de ciencia ficción que más me ha atraído en los últimos años, gracias sobre todo al derroche de ideas de la que hace gala su autora, Ada Hoffman. Cuando comencé con ella lo hice con algo de respeto por las referencias lovecraftianas, pero he de decir que eso se supera muy pronto y ya resulta muy difícil salir de una serie absorbente como pocas.
The Infinite continúa la narración dónde se dejó en la segunda entrega, The Fallen, con los habitantes del planeta Jai a merced de cualquier invasión exterior tras la retirada de la protección de los dioses. No obstante, la rebelión cuenta con unos integrantes que están dispuestos a entregarse completamente para triunfar, con sus maravillosas peculiaridades provocadas por la herejía y con la ayuda de la principal instigadora del enfrentamiento contra los dioses.
Esta entrega quizá adolece de algo menos de originalidad que las anteriores, algo que puede ser normal porque las bases de la historia ya estaban asentadas con anterioridad y es difícil salirse de ellas. No obstante, Hoffman introduce unos flashbacks que nos relatan el origen de Némesis de una forma verosímil y me atrevería a decir que realista, siempre que seamos capaces de admitir el concepto de alma en un entorno de ciencia ficción, algo que a mí personalmente me cuesta.
Otro de los tropos que utiliza de forma muy inteligente la autora es la posibilidad de viajar en el tiempo bajo unas reglas muy estrictas y limitantes, para conseguir algo de margen de maniobra para la resistencia pero sin estropear todo el escenario que ya había montado con anterioridad.
No obstante, la principal protagonista de The Infinite sigue siendo Yasira, de nuevo transformada por sus encuentros con The Outside y definida por su casi infinita capacidad de sacrificio por un bien mayor. Me parece tan acertada la evolución del personaje tras sus titubeantes comienzos que es una pena que ya no haya más entregas en las que aparezca, porque la serie alcanza aquí su estupendo final.