Supe de la existencia de The Binding de Bridget Collins cuando se anunció su publicación por parte de Minotauro como El encuadernador con traducción de Nieves Calvino Gutiérrez.
Se trata de un best-seller en otros países y la premisa parecía de partida interesante. La existencia de personas que son capaces de tomar los recuerdos de otras para borrarlos de sus mentes y transportarlos a libros de apabullante belleza podría haber sido el origen de una bella historia. Por desgracia, tanto el tono como la historia en sí no acaban de arrancar en ningún momento.
Collins juega con la falta de información que en cada momento del libro sufre uno u otro de los personajes principales y ese aspecto lo trata bastante bien. Pero la estructura del libro, dividido en tres partes bastante diferenciadas, no favorece para nada el flujo de la narración. Los comienzos son extremadamente lentos y en ningún momento llega a remontar. También resulta exasperante el maniqueísmo de los personajes, con unos malos malísimos que utilizan su poder para saciar sus más bajos instintos sin dejar huella ni testigos utilizando a estos encuadernadores para eliminar cualquier memoria en sus víctimas y por tanto condenándolas a una vida vacía.
Es bastante obvio desde un principio cuál es la causa de las desventuras del protagonista, algo que hay que reconocer que se trata con bastante delicadeza, pero que no compensa el aluvión de páginas con dudas y reflexiones con que nos ahoga la autora.
En este caso, he oído la versión audiolibro de The Binding y es posible que esto también haya influido negativamente en mi valoración, ya que Carl Prekopp se empapa de este tono candencioso de la narración y hace que sea incluso más lento de lo que me pareció la propia prosa.
No puedo recomendar para nada este libro.