Al escribir una ucronía el autor siempre corre un riesgo. Si se es demasiado fiel a la historia “real”, puede decepcionar a los lectores que esperan algo más arriesgado. Si se es demasiado “inventivo” puede considerarse que no pertenece al género. En todo caso, es una distinción que depende tanto del lector como del autor y que puede dar lugar a jugosas conversaciones que seguramente resultarán baldías.
En este caso Eduardo Vaquerizo opta por seguir un delicado equilibrio. Según sus propias palabras:
“El arte es engaño, mentira y ficción que aspira a decir la verdad”
Nos dice que el punto de inflexión de su historia alternativa es la muerte de Felipe II y la conquista del poder por parte de Juan de Austria, pero leyendo el texto vemos que el cambio que puede sustentar toda la trama no es éste, si no que los Reyes Católicos no expulsaron a los judíos de España.
La historia transcurre en la década de los veinte del siglo pasado, pero la moda, por ejemplo, parece no haber evolucionado mucho a pesar de haber transcurrido siglos. Sin embargo, vemos que existen máquinas de Cábala judía, que en una suerte de máquina de Babbage funcional ayudan a la administración del Imperio. Existen autocoches y pistolas, pero la estructura de la sociedad sigue estando sometida al designio del emperador. Una alquimia difícil, pero exitosa.
Me gustaría hacer especial hincapié en el uso del lenguaje, que podríamos llamar castizo, por parte de los personajes. Es muy acertada la utilización de palabras inventadas mezcla de términos antiguos y modernos, ya que al fin y al cabo la historia es distinta a la que conocemos, por lo que el lenguaje debe haber evolucionado por otros vericuetos. Aún así, se respira en cada frase ese aroma “del foro” que los que hemos vivido en Madrid hemos llegado a conocer. Todo un acierto por parte de Vaquerizo.
El protagonista, Joannes Salamanca, debe proteger a un inquisidor en la investigación de una serie de asesinatos entre la comunidad judía sin más relación aparente que la violencia ejercida sobre los fallecidos. En el transcurso del esclarecimiento de los casos, vemos los distintos estratos de esta sociedad tan distinta, pero en algunos puntos tan parecida a la nuestra.
En un momento dado los hechos se precipitan y la trama se convierte en una huida hacia delante que no por ser más acelerada deja de ser entretenida, aunque en algunos momentos se recurre a la casualidad para conseguir que avance la trama, algo que no me ha gustado mucho. No obstante, no veo con malos ojos la presencia de elementos mágicos en la narración, pequeños pero importantes, que hacen que la novela se pueda leer como una parte de la historia del fantástico español.
En resumen, Danza de tinieblas me ha parecido un libro muy bien llevado, y a fe mía que no habrá de pasar mucho tiempo para que lea Memoria de tinieblas.