Dynamite lo ha vuelto a hacer. Ha tomado un personaje de la edad de oro del cómic y lo ha rejuvenecido y adaptado a los tiempos modernos, como ya vimos con Black Bat.
El guionista David Liss y el dibujante Colton Worley consiguen revitalizar la figura de Lamont Cranston y son respetuosos con el ambiente noir propio de la serie.
Lo primero que llama la atención es el cuidadísimo aspecto gráfico de la obra, con un dibujo foto-realista. Tanto, que a veces se nota cierta rigidez en las posturas, sobre todo en las escenas de acción. Me recuerda a Alex Ross (salvando las distancias), pero cuando se abusa de la pose parece una fotonovela de otros tiempos. Para solucionar el problema, Worley apuesta por una distribución de viñetas alternativa que en ocasiones no se adapta a la lectura en formato digital. Los colores apagados salvo ciertos tonos de rojo intenso no hacen si no acentuar el aire a novela negra hardboiled que se desprende de toda la obra.
El guión es correcto, aunque no es la primera vez ni la única n la que veremos una lucha entre sindicatos mafiosos para controlar el flujo de dinero de los negocios criminales. Me gusta la idea de que los descendientes de The Shadow “original” colaboren en la red creada por Cranston para controlar a los criminales, pero su archienemigo recuerda demasiado a Ra’s al Ghul (es posible que la influencia sea al revés, pero no conozco tanto al personaje como para afirmarlo).
También hay ciertos fallos clamorosos, si se va la luz en toda la ciudad es poco creíble que los teléfonos móviles sigan funcionando (alguien tendría que explicarles a los autores el concepto de “estaciones base”) y los poderes telepáticos casi de quita y pon tampoco me hacen gracia.
En definitiva, aunque no me ha gustado tanto como Black Bat, se trata de una lectura aconsejable si te gusta su aspecto noir.