En colaboración con el infatigable Elías, a quien tanto debe la ciencia ficción, os traemos una entrevista con una de las escritoras del momento, Ada Palmer. Es sumamente interesante y esperamos que os sirva como adelanto antes de la publicación en España de Too Like the Lightning.
¿Cuándo supiste que querías ser escritora?
Quise escribir novelas de fantasía y ciencia ficción desde que era una niña pequeña. Durante el colegio, trabajaba en proyectos extra de escritura en mi tiempo libre y asistía a cursos de escritura en verano siempre que podía. Escribir es una habilidad que se desarrolla lentamente, solo con práctica; algunos talentos, como la música o las matemáticas, tienen prodigios, pero otros solo se obtienen con años y años de práctica y creo que escribir es uno de ellos. Cada palabra que he escrito, ya sea trabajos para clase, borradores de cuentos que nunca se publicarán, poemas para un curso de poesía, incluso e-mails si trabajas en elaborarlos bien, cada una de ellas es un pequeño paso hacia delante para un escritor.
¿Qué autores te han influido más?
Mi padre tiene una gran biblioteca de CF clásica, así que crecí leyendo a Alfred Bester, Heinlein, Asimov, William Tenn, y especialmente a Gene Wolfe y Samuel R. Delany. El libro del sol nuevo, de Gene Wolfe, se convirtió en mi modelo de cuán denso y real puede ser el worldbuilding, y cuán complejo e intenso puede ser un narrador en primera persona. Pero también he leído mucha literatura histórica, así que muchas influencias de Terra Ignota vienen de fuera de la CF&F: literatura del siglo XXVIII, como Voltaire y, especialmente, Jacques el fatalista y su maestro, de Diderot; también Yo, Claudio, de Robert Graves, fue una influencia notable, tanto por la perspectiva narrativa como por la forma de mirar a la política a través de las relaciones familiares y dinásticas.
¿Admiras a algún escritor actual?
¡A muchos, sí! Los dos que todavía me dejen sin palabras por la admiración cuando entran en una sala son Gene Wolfe y Samuel R. Delany. También hay autores a los que admiro realmente por cómo han producido obras brillantes que, a la vez, han usado para explorar problemas importantes del mundo y conseguir cambios reales, como Ken Liu, Cory Doctorow y Daniel José Older. Uno de los grandes placeres de comenzar a publicar ha sido poder conocer a tantos grandes escritores y amigos, gente como Jo Walton, Pamela Dean y Susan Palwick. Y hay fantásticos escritores nuevos con los que me siento honrada de compartir época de publicación, como Malka Older, Ruthanna Emrys, Yoon Ha Lee, Charlie Jane Anders y Max Gladstone. Admiro especialmente a los maestros de la ficción corta, porque siempre he tenido problemas con el formato corto y creo que es inmensamente poderoso. Algunos de los que encuentro más excitantes son Ted Chiang, John Chu, E Lily Yu y Alyssa Wong, pero hay tanta CF&F corta excelente escribiéndose y publicándose ahora que me siento como viviendo en una cueva del tesoro de la ficción.
Too Like the Lightning y Seven Surrenders han sido publicados como dos libros pero dan la sensación de ser una sola novela. ¿Podrías contarnos un poco de su proceso de escritura y publicación?
Me declaro culpable. Planeé la serie como dos libros largos, y escribí lo que ahora son Too Like the Lightning y Seven Surrenders como un libro, pero Tor decidió dividirlos en cuatro. Con el tercer y el cuarto libros la cosa funciona bien, porque los escribí sabiendo que los iban a dividir así, pero los dos primeros fueron escritos como una unidad y hubo que dividirlos después. Hice todo lo que pude para que el primer libro fuera tan cerrado como era posible, mostrando al lector la idea de lo que está sucediendo y juntando un montón de tramas, pero fue un reto reescribirlo para que finalizara cuando tantos temas y elementos estaban a mitad de camino. Creo que lo hice bastante bien, pero siento que no es perfecto y que es mejor leer los dos libros seguidos. Los libros dos y tres sí que tienen finales bien definidos, sin embargo.
Tanto Too Like the Lightning como Seven Surrenders son libros profundamente filosóficos (y políticos). ¿Piensas que la ciencia ficción es especialmente adecuada para explorar este tipo de temas?
Sí, mucho. La ciencia ficción nos permite explorar formas diferentes en las que las sociedades humanas podrían organizarse, tipos alternativos de políticas y crisis, y nos permite anticipar algunos dilemas y decisiones morales que el avance de la tecnología va a causar antes de llegar a ellos.
Una de las preguntas que planteas en Seven Surrenders es si el fin justifica los medios. ¿Qué piensa de experimentos mentales como el “dilema del tranvía” en los que tienes que decidir si “matas” a una persona para salvar a cinco? ¿Crees que estos problemas filosóficos cobrarán más importancia en el futuro, por ejemplo con el desarrollo de coches automáticos y ese tipo de cosas?
El problema del tranvía es una delicia para debatir, pero por fortuna el mundo real (y la ficción realista) no se corresponde con ese tipo de cuestiones porque tenemos la capacidad de cambiar la situación con el tiempo, desarrollando mejores tranvías y vías más seguras para evitar que cosas de ese estilo sucedan. Tenemos la capacidad de rechazar los términos del experimento desde el principio. Por ejemplo, una de las variantes del problema del tranvía es si matarías a una persona para obtener órganos con los que salvar a cinco personas; la respuesta del mundo real es que estamos trabajando juntos desarrollando órganos artificiales para que todo el mundo pueda vivir. He seguido estos temas con los coches automáticos y los que los diseñan esperaban encontrarse con el problema del tranvía, pero han descubierto que en la realidad sus simulaciones no son capaces de encontrar ninguna situación realista en la que poner en peligro al conductor sea la única forma de salvar a otros; en la realidad, hay múltiples acciones posibles, algunas de las cuales también son buenas para el conductor y las cosas que ponen en peligro al conductor tienden a ser las mismas que ponen en peligro a los transeúntes. Así que en muchas formas, el aspecto del problema del tranvía que exploran los libros (y que creo que es más relevante para la vida real) es la pregunta de si aceptas o no el statu quo. Si los tranvías matan a un pequeño número de gente, ¿deja la sociedad que las cosas continúen así considerando esas muertes una pérdida aceptable por el bien común, o rechaza la sociedad los términos del problema del tranvía y se consagra a resolver el problema para que nadie tenga que morir? Los Utopians, por ejemplo, se dedican a “desarmar a la muerte” y cuando algo mata a uno de sus miembros lo apuntan en una lista y siguen trabajando en mejorar la situación para que no vuelva a repetirse, incluso si esto requiere grandes sacrificios, como usar su propia red de coches voladores que es más lenta y costosa para su economía que usar la red rápida. En gran parte, es una cuestión de complacencia y de responsabilidad; si la sociedad está dispuesta a continuar sacrificando unas pocas vidas para disfrutar de la paz y la prosperidad, o si la sociedad lo rechaza y continúa trabajando para reducir el número de víctimas, incluso si eso significa que la mayor parte de la gente tenga que renunciar una vida fácil por una vida de trabajo más duro. Por usar un ejemplo de la política real, hace unos años se hizo una encuesta en Canadá preguntando si los canadienses estarían dispuestos a pagar más impuestos para que la gente de EEUU tuviera mejor cobertura sanitaria, salvando y mejorando vidas (no vidas de canadienses, si no de estadounidenses). Los canadienses respondieron mayoritariamente “sí”. Esa es una sociedad que rechaza los términos del problema del tranvía, prefiriendo trabajar más duro para ayudar a todo el mundo en lugar de conformarse con “pérdidas aceptables”. Los personajes de Terra Ignota se enfrentan a cuestión similar, pero con una apuesta mucho más alta.
Otro tema filosófico en la raíz de tus novelas es conocer el estado natural de las personas. ¿Crees que nacemos como “buenos salvajes” o estás de acuerdo con Hobbes?
Aunque me alegra que la ciencia nos ayude a aprender más y más sobre qué papel juega la naturaleza en el carácter humano, el estudio de la Historia deja muy, muy clara la diferencia en la crianza de las personas en sociedades distintas y de formas diferentes. Los cerebros infantiles son increíblemente buenos aprendiendo, absorbiendo, analizando patrones y repitiéndolos, y los niños que han crecido de formas diferentes pueden tener valores, puntos de vista sobre el mundo y capacidades humanas fundamentales profundamente discrepantes. Algunos de los personajes involucrados en el libro piensan que los humanos son belicosos por naturaleza y que la violencia volverá ocurrir sí o sí, pero la mayor parte de ellos no piensan así. Muchos piensan, como yo, que la humanidad tiene la capacidad de conseguir la paz permanente, pero lograrlo requerirá un gran desarrollo cultural, político y educacional. Esto no es algo que se pueda conseguir en unas pocas décadas, la cultura es demasiado complicada y nosotros también. Pero, al igual que hemos curado enfermedades, si trabajamos en ello, nos estudiamos, aprendemos más y más, iremos avanzando en esa dirección con el tiempo. La humanidad estuvo durante siglos intentando desarrollar medicinas hasta que al fin obtuvimos algunas realmente efectivas como la penicilina, pero esto no significa que los primeros médicos cuyos esfuerzos no dieron fruto no contribuyeran al desarrollo. Por lo tanto, algunos personajes de Terra Ignota piensan que, aunque la humanidad del siglo XXV ha conseguido mucho en el terreno de la paz, todavía no son lo suficientemente buenos porque existe la posibilidad de nuevos brotes de violencia. Al contrario, como médicos armados con penicilina, son mejores en la paz que sus ancestros, pero todavía les queda mucho que aprender.
El mundo que vemos en Terra Ignota es, parafraseando a Le Guin, una utopía ambigua. ¿Crees que una utopía real y estable es posible? ¿O, por el contrario, los constructos sociales y políticos siempre fallan de algún modo?
Estable definitivamente no. Seguimos investigando, descubriendo y expandiéndonos demasiado deprisa. Incluso si de alguna forma consiguiéramos comprender toda la ciencia (algo en lo que podríamos tardar siglos si fuera posible) seguiríamos innovando en el terreno del arte y la literatura, que a su vez estimularían el cambio social. Pero creo que la sociedad algunas veces consigue mejoras que parecerían increíblemente utópicas si se las mostráramos a las generaciones anteriores, aunque a menudo se generan efectos colaterales perjudiciales que hay que solucionar, haciendo otros cambios que estas mismas generaciones anteriores encontrarían distópicos y terroríficos. Imaginemos mostrar el año 2017 a alguien de 1767. Nuestros avances médicos, nuestros vuelos transcontinentales, nuestros tejidos industriales inmaculados, nuestras lavadoras, nuestro promedio de vida de 80 años, nuestros invernaderos proveyendo fruta fresca en mitad del crudo invierno… todo esto sería prácticamente utópico. Otros cambios, como la caída de muchos imperios que se pensaban eternos, los papeles cambiantes de la mujer, nuevas armas, nuevas enfermedades… todo esto parecería alarmante, incómodo, espantoso, como algo que ha salido mal. Y ciertos temas que se han prolongado en el tiempo, como la violencia religiosa, el hambre, la tortura… parecerían tristemente familiares. Yo creé un año 2454 que provocaría reacciones similares: utópico en muchos aspectos, desorientador e incómodo en otros y deprimentemente familiar en otros. Porque creo que es un futuro al que podríamos llegar. No creo que los fallos y méritos del siglo XXV sean los mismos que los de mi imaginado siglo XXV, pero creo que habrá fallos y méritos. Porque cuando hablamos acerca de crear un mejor futuro, tenemos que aceptar que lo que se desarrolle no estará bajo nuestro control y aunque contenga cosas que deseemos, también habrá otras que no queramos. Y encima, seguirá cambiando. Porque no es una utopía estable, es un mundo dinámico, cambiante, creciente… La pregunta no es: “¿Es posible una sociedad perfecta?” es “¿Cuándo una sociedad bastante buena se enfrenta con sus fallos profundos y tóxicos, conseguirá cambiar para mejor?”
La sociedad de Too Like the Lightning y Seven Surrenders aparentemente ha dejado de lado las discriminaciones por razones de género, sexo, orientación sexual, religión y afiliación política. No obstante, el sexo, la fe y el poder todavía son fuerzas motrices. ¿Crees que este tipo de necesidades están en la base de todo el comportamiento humano?
No de forma inalterable o permanente. Las sociedades, la gente, los cerebros… son muy complejos y ahora mismo hay entretejidas en nuestra sociedad complicadas actitudes culturales respecto al género, el sexo, la raza y la religión. Todo eso pasa a nuestros hijos de forma inconsciente desde la más tierna infancia. Esto no son partes inamovibles o inherentes a la naturaleza humana, pero son hechos de nuestra cultura actual, que todavía estamos intentando entender. Por lo tanto, pienso que, aunque estamos haciendo grandes cambios incluso ahora, de forma realista tendremos que continuar siendo piezas de nuestra sociedad cambiante durante muchos siglos, porque los cambios son tan complicados que nos costará todo ese tiempo entenderlos y realizarlos. El futuro de Terra Ignota se enfrenta a la pregunta de si el progreso en estos ejes llevará mucho tiempo, y qué será necesario para que se consiga el éxito en los siglos venideros. Por ejemplo, habréis notado que en el universo de Terra Ignota, el progreso social en alguno de los ejes ha avanzado mucho más que en los otros. Las relaciones de raza entre personas de ascendencia europea o africana, por ejemplo, están en muy buen estado mientras que las relaciones entre europeos y asiáticos son más tensas. No vemos evidencia de ninguna discriminación relacionada con la orientación sexual, pero vemos (especialmente a través del narrador) mucha tensión respecto al género. Y conforme vamos sabiendo más de la sociedad, encontramos un patrón: los elementos en los que se ha progresado menos son aquellos en los que la conversación ha sido parcial o totalmente silenciada. Por ejemplo, hay un severo tabú sobre mencionar el género, así que las tensiones de género se mantienen porque sin hablar sobre ello, sin estudiarlo o sin mencionarlo el progreso se ha estancado. Pero no hay tabú en hablar acerca de sexo o sobre quién se acuesta con quien, así que en ese sentido las cosas han avanzado. Una de mis esperanzas era que los lectores de mis libros piensen sobre lo destructivo que puede llegar a ser el silencio, cuán valiosas son las conversaciones para el progreso. Porque algunas veces oyes a la gente decir cosas como: “El feminismo ha logrado lo que se había propuesto, las mujeres tienen iguales derechos, no necesitamos hablar de género nunca más”. Intentando acallar las conversaciones. Cuando de hecho, aún estamos en los primeros días de la auténtica liberación de la humanidad de las rígidas formas del género, género binario y desigualdad de género, así que callarnos sobre el tema nos llevaría a un túnel sin salida, como en Terra Ignota donde se ha podido llevar a cabo muy poco progreso respecto al género durante cuatro siglos. Cuatro siglos de silencio.
Espero que hayais disfrutado de esta entrevista y que disculpéis todos los posibles fallos de traducción, achacables solo a mí. Muchas gracias a Ada por habernos atendido en medio de la vorágine.