Los tebeos de Blake y Mortimer me han acompañado desde hace tanto tiempo que ya no recuerdo cuando leí por primera vez La marca amarilla. Acostumbro a hacerme con las nuevas entregas de estos personajes cuando son publicadas, pero en esta ocasión se me adelantaron y me la regalaron para mi cumpleaños (parece que me conocen).
Sobre el tebeo en sí, el trabajo gráfico de Antoine Aubin y Étienne Schréder comienza de forma espectacular. Increíblemente fiel al trabajo original de Edgar P. Jacobs, las primeras páginas son un derroche de talento y da gusto regodearse en algunas imágenes muy detalladas, en los gestos expresivos de los personajes o los fondos trabajados. Sin embargo, conforme avanza la lectura del álbum (bastante extenso, ya que llega a las 70 páginas) el dibujo empieza a fallar. No sé si habrá sido debido a los plazos impuestos por la editorial o a alguna otra razón, pero hay algunas páginas que no sé si merecen pertenecer a esta serie icónica.
Con todo, lo peor no es el aspecto gráfico. El guión deja mucho, pero que mucho que desear. Un desvarío detrás de otro, una nave espacial oculta en el más profundo subsuelo, una plaga que se expande sin causa clara… Es una auténtica lástima que con este despropósito se quiera continuar uno de los mejores tebeos de Blake y Mortimer, cercenando la posibilidad de seguir una historia que merece mucho la pena.
Me hubiera gustado poder hablar de alguna de las referencias metaliterarias que aparecen en La onda Septimus o de la relación con otras entregas como El secreto del espadón, pero por desgracia todo queda empañado por el pésimo guión.