Hace tiempo que tenía en mente terminar la duología escrita por Hadeer Elsbai, que comenzó con The Daughters of Izdihar. Afortunadamente la autora cierra la historia de forma satisfactoria, si bien no perfecta.
The Weavers of Alamaxa continúa la historia donde quedó en el volumen anterior. De nuevo asistiremos al desarrollo de los acontecimientos a través de los puntos de vista de Nehal y Georgina. Pero el comienzo de la novela me parece un poco fallido, porque se nos escamotea cómo acaba Nehal en el reino vecino con todas las consecuencias que ello conlleva, que no serán pocas. Resulta interesante el contraste entre ambos reinos, ya que en uno de ellos se persigue a las personas con capacidades mágicas y en el otro se toleran o se alientan, dependiendo del caso.
Los temas que ya estaban presentes en la primera entrega continúan aquí, como la crítica al patriarcado y a la monarquía. El mensaje feminista sigue muy presente, sobre todo en el desarrollo de un proyecto que busca limitar la práctica de la magia mediante experimentos científicos impuestos por ley o por la fuerza, algo que recuerda a algunos intentos gubernamentales por controlar el cuerpo de las mujeres en el mundo real. El alegato por la sororidad, en cambio, se ve bastante diluido por el creciente protagonismo de Georgina, que se come con patatas al resto de los personajes, a pesar de sus dudas internas.
La carga emocional de The Weavers of Alamaxa es bastante grande, sobre todo por la pérdida de ciertos personajes a los que se acaba cogiendo cariño pese a sus imperfecciones. No es menos cierto que Elsbai vuelve a pecar de cierta ingenuidad en sus argumentos, con algunas escenas que son ciertamente sonrojantes, como las intervenciones del príncipe heredero, que directamente es para tirarlo por un puente. También me temo que el clímax está innecesariamente alargado, con una Georgina que duda, duda y sigue dudando sobre si utilizar sus poderes, tanto que dan ganas de zarandearla a ver si espabila.
El principal problema es que la resolución adolece de tensión. De nuevo esa ingenuidad o ese buenrollismo, aunado con una explicación realmente muy corta sobre los poderes de los weavers da un final correcto a la historia, pero quizá no el que merecía. Hadeer Elsbai lo quiere dejar todo atado y bien atado, y nos hace comulgar ruedas de molino con el derrocamiento sin derramamiento de sangre de un sistema de gobierno autoritario. Esto es poco creíble, por más que la amenaza de los poderes mágicos coarte a los autores del cambio. Al menos en el aspecto emocional, las dos protagonistas disfrutan de una bien merecida tranquilidad. La duología de Alamaxa es una lectura entretenida y agradable, que no marcará una época pero que nos hará pasar un buen rato.